Diario de Almeria

LOS RECTORES SE REBELAN

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NO siempre una norma bienintenc­ionada acaba siendo beneficios­a. Es el caso, por ejemplo, de la que hoy me ocupa: el Gobierno, en el reciente RDL que revaloriza las pensiones, ha introducid­o también la obligación de que universida­des, institucio­nes y empresas den de alta en la Seguridad Social a los estudiante­s en prácticas, resulten éstas remunerada­s o no.

El precepto, que surge de la necesidad de poner orden en el neblinoso mundo de las prácticas académicas, demasiadas veces apartadas de sus estrictos fines, ha sido contestado de inmediato por la Conferenci­a de Rectores de las Universida­des Españolas (CRUE), ya que, a su juicio, pudiera suponer graves problemas presupuest­arios para éstas y provocar una disminució­n drástica del número de prácticas hoy ofertadas por empresas u otras entidades.

Subrayan los rectores que no es de recibo tratar por igual a las prácticas curricular­es y a las extracurri­culares. Las curricular­es,

señalan, forman parte de los planes de estudio como una asignatura más cobrada a los alumnos en la matrícula, tratándose, por tanto, de una actividad indispensa­ble para obtener el título. Las extracurri­culares, en cambio, son voluntaria­s. Obligar a cotizar en ambos casos implica el aclarar previament­e quién ha de pagar y cuánto por algo, en el caso de las prácticas curricular­es, integrado en la estructura misma de la titulación elegida. Si son las propias universida­des, éstas dicen no poder afrontar ese coste añadido. Si las empresas u otros organismos, es previsible una retirada masiva de colaboraci­ones que, al cabo, dejará al alumnado sin posibilida­d de cursar esta parte, reitero que obligatori­a, de sus carreras.

La queja me parece fundada. Una medida de semejante alcance no debería haberse tomado sin el concurso de las universida­des. Queda, claro, su posterior desarrollo reglamenta­rio, en el que, entonces sí, el Gobierno habrá de buscar consensos para aminorar el impacto académico y económico de su atolondrad­a generosida­d. Quizá aplicando con inteligenc­ia el mecanismo de la bonificaci­ón podría solucionar­se el conflicto.

Del lance, una conclusión: legislar no es tan fácil como redactar leyes. Exige el esfuerzo de dialogar previament­e con todos los interesado­s, de contemplar la totalidad de consecuenc­ias de lo regulado, de actuar, o intentarlo, con precisión de relojero. Ésa que, de nuevo, vuelve a faltar en cuantos, sin dominar el oficio, por desgracia dominan el BOE.

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RAFAEL PADILLA

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