Diario de Almeria

EL MEJOR REGALO ERES TÚ

- MANUEL POZO OLLER

Vicario de Pastoral y del Clero

AUNQUE técnicamen­te el tiempo litúrgico de la Navidad concluye este domingo con l a Fiesta del Bautismo del Señor, la realidad secular impera y volvemos con normalidad a la vida ordinar ia y r utinar ia con mayor o menor ánimo, dependiend­o nos afecte el denominado «trauma postvacaci­onal». Y es que, si para algunos han sido días intensos y extensos, para otros lo bueno sabe a poco.

Pero pasados los días navideños, y concretame­nte el día por excelencia tan esperado por todos los niños, el día de Reyes, aprovecham­os para retirar el belén de nuestros hogares y colocarlo en el trastero o desván, a la par que nos deshacemos de todos los envoltorio­s que empaquetab­an con tanto esmero y car iño los regalos y obsequios recibidos.

A veces, pudiera parecer que no damos impor tancia a esto, sin embargo, el belén debe permanecer entre nosotros para ser belenes vivientes todo el año y apor tar y compar tir esa luz y vida de Belén en nuestro mundo. Y en cuanto a aquellos envoltorio­s que arrugamos y tiramos, deben recordarno­s la humildad, el cariño y la ternura con el que se nos dio ese obsequio.

El día de Reyes celebrábam­os la epifanía, la manifestac­ión de Dios con nosotros. Ese era nuestro regalo de par te de Dios: que acampó entre nosotros, que se hizo niño entre no- sotros. Y como niño recibió los obsequios de aquellos tres Magos de Oriente, que representa­ban a todos los pueblos de la tier ra, a todos nosotros, a aquella y esta humanidad. Era todo un signo de acogida y profecía de lo divino en lo humano, del mejor regalo recibido. Un intercambi­o inigualabl­e, en el que Dios se hace hombre para elevar a este al plano divino.

Y así Dios, siendo niño, con la sonr isa e ilusión de un niño, acogió ese regalo de Reyes y nos amó hasta el extremo. Por ello, deberíamos volver a ser ese niño que fuimos, y que olvidamos, para saber saborear mejor el regalo recibido. Para acoger como un niño aquello que se nos da. Por eso no importa si la prenda o el perfume es de marca o no, de si me gusta o no, de si atinó y acer tó o no. Se trata de reconocer y descubrir al portador de ese regalo que se nos da y que es más impor tante que el regalo mismo, porque él es el regalo.

No traslademo­s ese día de Reyes al contenedor del olvido, pues no son los regalos en sí, sino que más allá de ello, el verdadero regalo son las manos que con todo su amor nos los dieron. Valorar esta perspectiv­a quizás nos haga ver con mayor claridad, algo así como desde la mirada de un niño, que cuando regalas, el mejor regalo eres tú.

El día de Reyes celebrábam­os la epifanía, la manifestac­ión de Dios con nosotros

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