Diario de Almeria

TE QUIERO LIBRE

- @guillermod­ejorg GUILLERMO DE JORGE

EGaviota de tus ojos, hoy declino mis labios sobre el metal de tu cuerpo. Perezco ante la materia. Cedo ante la exacta estructura de la luz de tus pupilas. Así es como salgo a la calle. Con las manos llenas de ti. Con el pecho a punto de volarme en pedazos. Rítmico, siguiendo la geometría infinita de tu piel.

Dicen que el arte de amar solo lo poseen aquellos hombres feministas. Y se me caen los párpados al suelo.

Un día, anclado a la luz de tus pupilas descubrí unos versos con los que Mario Benedetti ofrendó al mundo, a su miseria, a su inhóspito desierto que, en el momento más inesperado, siempre nos asalta: “la generosida­d es el único egoísmo legítimo”. Y comprendí que entre dos cuerpos que amenazaban con volver, la última posibilida­d que existía para seguir sobrevivie­ndo era amar. Otro acto legítimo donde la humildad es la única forma voluntaria entre dos personas. Es como aprender, como amar. No existe el uno ni el otro, solo los dos. El espacio vital que se crea es el del respeto y la convivenci­a, es el no faltar a la dignidad, de no faltarte, ni a ti, ni al otro.

Y vuelvo a recordar que yo, gaviota

de tus ojos, vuelvo a declinar día tras día mis labios sobre el metal de tu cuerpo. Que perezco ante la materia. Que cedo ante la exacta estructura de la luz de tus pupilas. Así es como vivo con este patrimonio que apenas logro alzar sobre mis manos. Con el pecho a punto de volarme en pedazos. Rítmico, siguiendo la geometría infinita de tu piel, sobrevivie­ndo a este humilde oficio que es vivir. Dicen que el ar te de amar solo lo poseen aquellos hombres feministas. Como si amar fue algo que

solo pertenecie­se a una estirpe, a una raza, a un grupo de los que nos somos digno de ello. Y yo proclamo tus labios entre la tempestad de mi pecho. Y soy todo, o nada, y no existo. Y te pienso, mientras marcho a una guerra que nunca termina. Quién soy yo para retenerte si te quiero libre, gaviota de mis ojos, como la espiga de trigo que brota al mundo y humilde decide llenar las mesas proletaria­s, el hambre, el pan de tu boca, si acaso o apenas. Quiénes somos nosotros para decidir quién ama a quién, si os queremos libres. Dicen que el arte de amar solo lo poseen aquellos hombres feministas, como si amar solo fuese algo vetado a los pobres, como si amar solo le pertenecie­se a unos pocos, como si por amar tuviésemos que pagar la parte de las espigas que nos correspond­e. Te quiero libre, amor, y así es como me han enseñado a amar.

Y vuelvo a recordar que yo, gaviota de tus ojos, vuelvo a declinar día tras día mis labios sobre el metal de tu cuerpo

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