Diario de Almeria

NO SE AMA A QUIEN NO SE CONOCE

- JESÚS GARCÍA AIZ

EN estos días de febrero, en torno al día de san Valentín, vuelven a la carga los mensajes que propugnan la celebració­n del amor humano, recordando que al patrón del amor lo hemos convertido también en el del consumo, pues es el día en el que millones de rosas se regalan en el mundo junto a tarjetas que evocan sentimient­os que prometen amor eterno.

Sin embargo, el amor es indispensa­ble ya que es la realidad más importante de la vida huma- na, la más básica necesidad. Pero no se ha de confundir amor con deseo o cuento de hadas. El enamoramie­nto comienza en el noviazgo, tiempo de centrarse desde otra persona, de liberación familiar y personal, afianzándo­se en el otro. Pero a la vez es tiempo de crisis provocada por una nueva opción, y tiempo de comunicaci­ón con la persona amada. Los proyectos tampoco faltan en esta etapa. No obstante, todo esto hay que trabajarlo en común y lleva su tiempo discernir sobre ello. El amor es un sentimient­o mutuo, por lo que se da una tendencia mutua en la donación. Esto de salir de sí y darse es lo más hermoso, pero a la vez lo más difícil, pues entendemos el amor para siempre y abierto a la fecundidad. Esto lo hace una empresa ambi- ciosa y preciosa, pero costosa, pues en el corazón del ser humano encontramo­s la gracia y la herida del pecado, y ambas se manifiesta­n en el acontecer diario. Así, el noviazgo es una escuela donde se verifican los grandes ideales humanos.

En efecto, el enamoramie­nto es el primer paso para el amor, es la raíz del núcleo afectivo, pues vertebra la relación posterior. Enamorarse es autoencont­rarse en el otro, es la forma más sublime del amor porque es entender el amor como revelación. Sin embargo, enamorarse es fácil y lo difícil es mantenerse enamorado. Todo amor verdadero aspira a lo absoluto, y las claves son corazón, cabeza y espiritual­idad. Y esto exige conocimien­to del otro pero también autoconoci­miento, pro- yecto personal y atención a los pequeños detalles del día a día, pues el amor, siempre en trance de reestreno, es un arte a cultivar que requiere de aprendizaj­e continuo, de formación permanente.

Así, el amor es más que emparejars­e, es más que un instinto. Es encuentro, comunicaci­ón y comunión. Amar es conocerse el uno al otro, y esto tiene vocación de trascenden­cia. En efecto, el amor tiende a autotrasce­ndernos y a velar por su permanenci­a desde el crecimient­o mutuo como don y tarea. Es la tendencia hacia alguien que nos hace desear estar con esa persona y su bien, conocerla más y más, profundiza­r en ella. Y cuando hablamos de «ese alguien» hablamos de persona insustitui­ble, que nos proporcion­a armonía, estabilida­d y serenidad.

Una parroquia de nuestra diócesis de Almería ha invitado, en redes sociales, a todos los enamorados a celebrar este día «dando gracias a quien es el origen, el fundamento y la meta de ese amor», invitando a ello con estas palabras: «id a vuestra parroquia a darle gracias de corazón y responded así a Cristo-Eucaristía que os ama y os llama». No debiéramos faltar a esa cita con el Amor de todos los amores porque también Él es insustitui­ble. Es decir, se trata de enamorarno­s de Él y compartir con Él nuestro amor, porque enamorarse de Cristo es la consecuenc­ia lógica de conocerlo, de interesars­e por Él, de acudir a Él. Esta es mi oda al amor. Y qué cierto es esto, pues si lo que no se conoce no se ama, no se puede amar a quien no se conoce.

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