MISERABLE
ES miserable, ruin, canalla, que responsables políticos, como algunos consejeros de Comunidades Autónomas, atribuyan a los médicos la responsabilidad del alto contagio de coronavirus que a ellos afecta en alto grado. Podría caber la dispensa, el atenuante, de la enfermedad mental de tales prebostes, pero la maldad es una condición debida a otra morbosidad. La que lleva, entre otros efectos, a la insania de excusar la falta de medios de protección sanitaria y la gestión de una situación crítica, señalando a quienes, sin quererlo, alcanzan la heroicidad. “No queremos ser héroes”, dicen, sino hacer bien su trabajo. Ese mismo para el que no va a faltar el gesto moral, por limitado o simbólico que sea, de aplaudir, una y mil veces, su entrega ejemplar. La que tendrían si algunos de esos ruines prebostes, ensalzados por la mediocridad lacayuna, el sectarismo y la hipocresía, hubieran de ingresar en un hospital para remediar su maltrecha salud. Es miserable, perverso y mezquino que una política catalana declare que morirían menos catalanes si Cataluña fuera ya república, porque a la deriva excluyente se une el aprovechamiento torticero de una calamidad pasmosa, con la complicidad de la anuencia adoctrinada. Son asimismo miserables la ins
Es miserable señalar a los médicos como responsables del contagio que se ceba con ellos a causa de su heroicidad
trumentalización de las coyunturas críticas para favorecer intereses espurios, la falta de ejemplaridad, las acusaciones o señalamientos generales, la incoherencia. Es miserable la descalificación de iniciativas privadas que ponen remedio, con decidida resolución, a urgentes y apremiantes necesidades. Si no miserable, resulta un despropósito justificar con intenciones de prudencia, de control de la alarma, de dificultades de previsión o de balances incompatibles, el carácter de las informaciones o las razones de lo que se anunció o dejó de hacerlo, de lo que no se hizo y se debió hacer, de lo que se debería estar haciendo y no se hace o se hará más tarde. Cierto que no es el momento de la controversia, que tiempo habrá para pedir y dar cuentas, que deberán atribuirse las responsabilidades y responder de las mismas, pero esta situación crítica también requiere de la memoria –se hace histórica cada día, por la excepcionalidad de los hechos- y de no silenciar cuando, miserablemente, se hiere en lo más hondo del ánimo tumbado por el desconcierto. Que mueren por miles los compatriotas, que se nos van padres, familiares y amigos sin compañía en sus últimas horas, con la sola y heroica bendición del personal sanitario.