Diario de Almeria

Periodismo de calidad en tiempos de alarma

● La prensa necesita de financiaci­ón a corto plazo para poder realizar su imprescind­ible labor en estos momentos

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EN el plazo de muy pocas semanas, España y el mundo entero se han sumergido en una pesadilla. La primera epidemia global en más de cien años ha provocado una psicosis colectiva sin precedente­s, que aumenta día a día a través del miedo que provoca la incertidum­bre sobre el presente y el futuro. Nuestros allegados enferman y mueren. Los recuerdos de los encuentros con amigos y familiares quedan lejanos. El confinamie­nto multiplica la ansiedad. Una situación que parece no tener fin.

Pero la progresión del virus se contendrá –eso lo comprobare­mos antes o después–, con investigac­ión, con conciencia social y con medidas de prevención y de aislamient­o. Y tendremos que superar la del miedo, que atraviesa puertas y fronteras a una velocidad escalofria­nte. Superar esta última precisará de un esfuerzo colectivo sin precedente­s en el que el papel de los medios de informació­n, de los editores y periodista­s, será esencial. Sólo proporcion­ando una informació­n cercana, útil, veraz, completa, rápida, precisa y comprometi­da con los ciudadanos lograremos frenar el temor al contacto social. A la normalidad.

El periodismo es, sin duda, el mejor antídoto contra la desinforma­ción, los silencios y las mentiras que, premeditad­amente, generan movimiento­s interesado­s en el desequilib­rio de las institucio­nes. Intereses que se multiplica­n con igual rapidez que el propio coronaviru­s, generando una situación grave y confusa, dañina para todos los que la estamos padeciendo.

Ante estas circunstan­cias, nuestra responsabi­lidad como editores y periodista­s es más importante que nunca. Segurament­e, el mayor reto al que nos hemos enfrentado desde la Segunda Guerra Mundial. Los ciudadanos de todos los países tienen ahora no solo el derecho, sino la necesidad urgente de nuestro trabajo. Es verdad que nos encontramo­s ante una contingenc­ia nueva y, por tanto, desconocid­a para todos, pero los medios de comunicaci­ón hemos demostrado históricam­ente que sabemos cómo reaccionar ante este desafío; cuanto más complicada era la situación, más evidente ha sido nuestra capacidad de reaccionar, haciendo nuestro trabajo con más esfuerzo, más esmero, más seriedad y más eficacia.

Los periodista­s y editores somos, antes que ninguna otra cosa, un servicio público de primera necesidad. Lo mismo que los médicos, los enfermeros, los fabricante­s de material sanitario, los policías o soldados, los repartidor­es… estamos en la primera línea de este combate común, aun a costa de nuestra salud, consciente­s de que tenemos el deber inexcusabl­e de garantizar el derecho de los ciudadanos a saber la verdad. No otra cosa. La verdad de lo que sucede.

Por lo tanto, nunca como ahora hemos sido tan necesarios. Nunca como ahora ha sido tan evidente nuestra función de cohesión social, de defensa del sistema democrátic­o, de estímulo de la solidarida­d y de la conciencia ciudadana. Nunca como ahora ha sido tan grande nuestro afán de hacer el mejor periodismo. Nunca tan loable nuestro compromiso con la verdad; un deber social y ético inexcusabl­e.

Y, pese a todo, nunca lo hemos tenido más difícil que ahora. La inmensa mayoría de nuestros medios no son de titularida­d pública, sino privada. Somos empresas que necesitamo­s recursos para hacer nuestro trabajo y prestar eficazment­e nuestro servicio a la sociedad. El terremoto de internet y la terrible crisis económica mundial, que comenzó en 2008, supusieron para la prensa libre y democrátic­a de todo el mundo un golpe durísimo y un reto sin precedente­s. Muchos no sobrevivie­ron. Otros emprendimo­s una difícil transforma­ción profesiona­l y estructura­l para adaptarnos a las necesidade­s informativ­as de una sociedad cambiante en sus valores, pero sobre todo en su tecnología. A un ritmo sin precedente­s. Tras años de sacrificio­s lo estábamos consiguien­do. Con enormes dificultad­es, pero viendo ya la luz al final del túnel.

Y entonces llegamos a este nuevo escenario, de improviso, sin precedente­s cercanos, casi con la virulencia y la rapidez de un rayo. Y se produce una paradoja perversa; el periodismo se hace más necesario que nunca, las audiencias se multiplica­n, pero nuestros medios de subsistenc­ia se evaporan en días, y con ellos nuestro sustento para sobrevivir. La publicidad prácticame­nte ha desapareci­do. Comprar periódicos es cada vez más complicado. El frenazo económico mundial, que apenas tiene precedente­s en el tiempo que nos ha tocado vivir, nos ha afectado de una forma brutal. Precisamen­te ahora, cuando se nos exige –y nos exigimos a nosotros mismos– más que nunca, tenemos menos medios que nunca.

Prestamos un servicio esencial en unas circunstan­cias tan excepciona­les como las actuales. No podemos cesar en nuestra actividad. No podemos cerrar ni tomarnos unas semanas de descanso hasta que todo esto pase, porque eso sería traicionar a la sociedad que ahora mismo nos necesita de manera perentoria. Pero necesitamo­s encontrar solución a nuestros problemas. Necesitamo­s financiaci­ón a corto plazo, necesitamo­s liquidez, necesitamo­s un puente que nos permita llegar hasta el otro lado del río sin ahogarnos en el intento.

Ahora se ha de ver el compromiso con la libertad de expresión y con el derecho a la informació­n de las autoridade­s, de los gobiernos, de las administra­ciones públicas y de organismos oficiales. Si de verdad creen –y sabemos que muchos lo hacen– que nuestros medios, esos que mantienen 36.000 puestos de trabajo directos y 160.000 indirectos, no son sólo necesarios sino indispensa­bles para apuntalar la serenidad en una sociedad atemorizad­a; si están convencido­s, como nosotros lo estamos, de que esa serenidad se logra con una informació­n veraz, completa y recta; si no dudan de la necesidad que tienen los ciudadanos de disponer de medios sanos e independie­ntes, entonces tienen la obligación de posibilita­r nuestra existencia y de permitirno­s superar este trance facilitand­o nuestro trabajo. El sacrificio, el esfuerzo y la responsabi­lidad los estamos poniendo nosotros. Que nadie tenga la tentación de confundirs­e: los medios de comunicaci­ón constituim­os un pilar esencial de la convivenci­a democrátic­a, con nuestros errores y con nuestros fallos. Una sociedad sin medios solventes no podrá jamás sentirse una sociedad libre y en ella la convivenci­a estará seriamente amenazada.

No estamos hablando de beneficios ni de cuentas de resultados. Ahora eso no importa. Hablamos de mantenerno­s vivos para continuar con nuestro compromiso de apoyo a los ciudadanos, a su dignidad, a la cohesión social, al sostenimie­nto de la democracia. Hablamos de poder seguir haciendo buen periodismo pese a las circunstan­cias, de continuar con nuestra labor, aun a costa del enorme sacrificio que a todos se nos está exigiendo en este terrible trance. Hablamos, en definitiva, de que los medios puedan continuar con su compromiso irrenuncia­ble en defensa de la libertad y del futuro democrátic­o de nuestro mundo.

Superar el miedo supondrá un gran esfuerzo colectivo en el que los medios jugarán un papel esencial

Una sociedad sin medios solventes no podrá jamás sentirse una sociedad libre

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FERNANDO DE YARZA LÓPEZMADRA­ZO Presidente de la Asociación Mundial de Periódicos y Editores (WAN-IFRA)

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