Diario de Almeria

LA EUROPA QUE PREFIERE SIEMPRE EL CASTIGO

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EL primer ministro de Portugal, Antonio Costa, ha definido así la actitud de países como Holanda y Austria ante la respuesta que la Unión Europea debe dar ante la pandemia de coronaviru­s: “Repugnante”. Cuando España está contando los muertos por miles, al ministro de Finanzas neerlandés se le ha ocurrido la indignante idea de investigar a nuestro país por no gozar de un colchón financiero suficiente para hacer frente a la pandemia. Holanda vuelve a liderar el eje que, junto con Alemania y Austria, dejó a los países más pobres en la estacada en los años posteriore­s a la crisis financiera de 2008. Mientras la Reserva Federal de EEUU acortaba la Gran Recesión con el abaratamie­nto del dinero, el Banco Central Europeo castigó a los países del Sur hasta que Mario Draghi hubo de intervenir en sentido contrario ante el riesgo de que la Zona Euro colapsase. Vuelve a ocurrir lo mismo, pero esta vez la crueldad es mayor. Lo que se ha ofrecido a España e Italia es acudir a un mecanismo ideado para ayudar a los países en caso de necesidad de endeudamie­nto público a consecuenc­ia de crisis como las pasadas. Esto no es lo mismo, estamos ante unos estados que van a endeudarse para hacer frente a una urgencia humanitari­a, porque es la Administra­ción pública la única que puede frenar y aliviar la pandemia. España e Italia, como posiblemen­te Portugal y Francia, necesitan que la deuda que se derive de esta catástrofe biológica sea compartida. Alemania, alineada con los países del Norte, tendrá que decidir, pero si la respuesta es el dedo acusador tendrá que soportar en el futuro la desafecció­n de millones de europeos con las institucio­nes de Bruselas. Las potencias exportador­as no pueden desentende­rse de un mercado interior, europeo, que es el que mantiene a sus industrias y grandes compañías. La actitud que han tenido Pedro Sánchez y el italiano Giuseppe Conte, de cuya europeidad no duda nadie, es la correcta. No habrá acuerdo en el Consejo Europeo mientras que la Unión no articule el método menos gravoso de endeudamie­nto y una acción financiera común. Si, finalmente, no lo hay, habrá que concluir en que este modelo europeo no garantiza la cooperació­n internacio­nal que todo país tiene derecho a buscar. Reino Unido acaba de marcharse de la Unión. Si el Norte se empeña en seguir de este modo, el proyecto europeo sí que estará herido de muerte. El progreso de España en los últimos 40 años no se entiende sin la Unión, pero, siendo esto cierto, Alemania no puede pretender convertirs­e en una central de países satélites.

Si Alemania, Holanda y Austria prefieren desentende­rse, tendrán que cargar con la desafecció­n de millones de europeos

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