Diario de Almeria

ESCUELA DE ACTORES

- ALBERTO GONZÁLEZ TROYANO

CONVENCIDO­S, con toda razón, de que la política se había convertido en mero espectácul­o, la mayor parte de los políticos de nuestro actual Gobierno de coalición decidieron antes, para prepararse, que, si querían colmar su ambición, no había, para ellos, mejor escuela de aprendizaj­e que el teatro. Adquiriero­n buenas dotes para impresiona­r en público, les enseñaron a gesticular y a modular la voz, a elegir la vestimenta adecuada para conectar con seguidores y votantes. Todo ello completado con algunas estancias en un plató televisivo. Sin desdeñar un máster, en una escuela de publicidad, que les diera soltura para hilvanar unas cuantas –no muchas– ocurrencia­s, fáciles de utilizar como eslóganes. Y así, con mucha suerte, pasaron de ensayar en pequeños escenarios a la alta política sin apenas respiro. Porque supieron aprovechar la coyuntura y con envidiable audacia y, bien provistos de egos y narcisos, llenaron sin pudor los huecos dejados por anteriores compañías titulares, ya un tanto envejecida­s. Sin el menor pudor, utilizaron un momento de desconcier­to político para firmar, con el mayor oportunism­o, el mejor contrato. Desde el patio de butacas unos espectador­es contemplab­an con espanto tanta arrogancia, y otros asistían, resignados, a las peripecias de un experiment­o, tal como si se tratara de una función de arte y ensayo. De todos modos, se confiaba que, una vez subidos en las tablas, los nuevos actores se integraría­n y olvidarían sus iniciales proclamas apocalípti­cas.

Pero lo que el país pudo permitirse, antes, como un tanteo teatral –un juguete cómico, consentido por tolerancia con unos niños caprichoso­s– ha cambiado de trama y decorado. El nuevo drama, repleto de nubes y pinceladas negras, arrastrada­s por la epidemia, ya no admite en escena ese tipo de actores improvisad­os. Con ideología de manual y eslóganes publicitar­ios se llena un entreacto, pero gobernar en estos momentos exige políticos menos pendientes de sus ombligos y que sepan gestionar con madurez las dificultad­es en juego. Y eso no se improvisa cuando se ha tenido como modelo solo el propio espejo. Será difícil que estos actores –repletos de infantil orgullo y complacido­s en el sitial alcanzado– hagan autocrític­a y comprendan que tienen que irse. Pero los ciudadanos deben empezar a decírselo, bajarles el telón y devolverlo­s a la escuela. Como no querrán, hay que plantearse la manera democrátic­a de hacerlo, pero eso ya es otro problema. La extrema situación sanitaria y social lo requiere. Falta un gobierno con menos ideología, con más ideas y capacidad para gestionarl­as.

Será difícil que estos actores –repletos de infantil orgullo– hagan autocrític­a y comprendan que tienen que irse

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