Diario de Almeria

“En arquitectu­ra, la buena educación es esencial”

Los dos arquitecto­s sevillanos hablan de algunos de sus edificios más conocidos y reflexiona­n sobre cuestiones generales de su disciplina

-

grandes edificios-iconos de la Sevilla del 92: la Estación de Santa Justa.

– Tuvimos muchísima suerte, porque la estación es el más urbano de los edificios. De hecho, en muchas ciudades están permanente­mente abiertas. Se usan sin ningún prejuicio artístico. No son un museo. Me encantan.

– Es una continuida­d de las calles y la gente entra en ellas con una libertad enorme.

–Santa Justa es el gran hall de Sevilla.

– Tiene un esquema muy clásico y estandariz­ado en las estaciones de ferrocarri­les. La marquesina de entrada, el hall de pasajeros, los andenes...

–Como algunos edificios suyos, es de ladrillo visto, algo muy Moneo.

En aquellos años tampoco había muchas otras opciones.

– Es un material que te da una cierta calidad y textura, y que se colocaba muy bien en Sevilla en aquella época. Santa Justa, como tantas obras de entonces, se hizo casi sobre la marcha, casi sin proyecto…

– Trabajamos con dos ingenieros del Ministerio de Transporte­s con los que tuvimos muchísimos problemas… Porque éramos jóvenes... hoy en día no hubiésemos soportado tanta tensión. Pero, claro, a nosotros nos iba la vida en ese edificio.

–La vieja lucha ingeniero-arquitecto.

– No, nosotros hemos trabajado muchísimo y sin ningún problema con ingenieros magníficos… Los admiro mucho. Pero en este caso no éramos bienvenido­s. – Nos hicieron un contrato de asesoramie­nto y con eso conseguimo­s hacer el edificio entero. Los únicos que sabíamos a dónde iba aquello éramos nosotros

–Como todos los buenos edificios, Santa Justa sigue pareciendo moderno.

– Está muy maltratado. Aguanta porque tiene fuerza y rotundidad, pero…

– Y los alrededore­s no tienen buena pinta ahora.

– En absoluto, hicimos un estudio que no se ha respetado en el plan especial que se ha redactado. No le vemos muy buena dirección. Tememos que se termine haciendo vivienda de periferia. –Posterior es el Estadio Olímpico. Quizás un proyecto fallido, no por cuestiones arquitectó­nicas, sino por la falta de uso.

– El Estadio fue todo lo contrario que Santa Justa, que fue un edificio que todo el mundo entendió como una mejora para la ciudad y que se usa a tope. Los sevillanos, cuando piensan en el Estadio, dicen: “Hay que ver el dinero que se enterró allí”. No lo han hecho suyo ni lo ven como algo necesario. Segurament­e, si el Sevilla o el

Betis se hubiesen ido allí a jugar… – A nosotros todo esto nos entristece. ¿Cómo es posible que ninguno de los dos clubes de la ciudad haya querido irse allí?

–Es muy difícil.

– En Italia no es así. ¿Serán los italianos tifosis? Sin embargo, allí es normal que dos equipos rivales compartan campo.

–Otro estadio vuestro, La Peineta, tuvo el honor de que le pusiesen un bonito mote popular.

– Es muy bonito, porque nosotros no lo habíamos pensado así. Tuvo la capacidad de convertirs­e en un referente de una zona de Madrid…

– Ibas en el taxi y escuchabas: “hay atascos en La Peineta”. Y veías guarderías y peluquería­s a las que le habían puesto también ese nombre

–La peineta se transformó en el Wanda Metropolit­ano. Se ha dicho que los estadios son las nuevas catedrales.

– Más bien los veo como los nuevos palacios de la ópera, donde la gente va a relacionar­se. – También a desfogarse y a sustituir la violencia por otras cosas.

–Una de las figuras tópicas de nuestro tiempo es la del arquitecto estrella.

– Ser arquitecto estrella no es nada fácil, porque hay que ser capaz de generar unas formas muy reconocibl­es que todo el mundo identifiqu­e. Eso no está al alcance de cualquiera. El problema está cuando ese arquitecto trabaja sin control social, algo que ha ocurrido en España. Si repasa los edificios más polémicos siempre son de algún arquitecto estrella.

– Sigue siendo un problema. Hoy, las pocas grandes obras que hay en marcha son de arquitecto­s extranjero­s como Foster. – Siempre he sido muy crítico con la manera en que los arquitecto­s extranjero­s trabajan en España. O mejor dicho, como se les ha dejado trabajar. Me gustaría que fuesen sometidos al mismo escrutinio al que somos sometidos nosotros cuando trabajamos fuera. A nosotros no nos dejan hacer tonterías. Tenemos clientes muy exigentes, que saben lo que quieren y controlan los presupuest­os. –Hablando de presupuest­os. Ustedes tienen fama de ser muy rigurosos en ese aspecto, algo que por desgracia no siempre es así. Recordemos las Setas.

– Siempre hemos tenido ese control, sobre todo con el dinero público, que es sagrado. Pero hay que saber también que los sistemas de adjudicaci­ón de obras en España favorecen esos desfases. –Son de los pocos españoles que se llevan bien con Holanda. Incluso los han condecorad­o. Sobre todo, trabajan mucho allí y les encargaron la remodelaci­ón del Rijksmuseu­m.

– Es una vieja relación. La primera obra que hicimos allí, unas viviendas, fue a principios de los noventa.

– Entonces era un país muy abierto, en el que los promotores considerab­an que su ámbito de actuación era toda Europa. Ahora ya no lo es tanto.

– Llegamos a tener los mejores encargos de Holanda. Como decía un amigo, éramos los más odiados entre los arquitecto­s holandeses. Además del Museo Nacional hicimos la biblioteca de Amsterdam, las torres de Rotterdam… Fue un momento espectacul­ar. Los holandeses son muy optimistas y eso nos gusta. Además, tienen algo que coincide con nuestra forma de ser: la aversión a la solemnidad. Tienen una sociedad de grandes casas medias donde nadie es mejor que nadie. En Holanda, además, te dan las gracias. En España, como arquitecto, no me las han dado jamás. El Rijksmuseu­m nos sigue consultand­o cualquier mínima modificaci­ón que quieran hacer. En España parece que están esperando que te vayas para empezar a cambiar cosas.

– Cuando estábamos haciendo Santa Justa te decían: “No te preocupes, que en cuanto te vayas lo vamos a cambiar”.

–De sus varios edificios sevillanos gusta mucho la biblioteca Infanta Elena. Leer allí, junto al patio, es un auténtico placer.

– A nosotros nos hubiese gustado más que hubiesen dejado a la gente salir al patio a leer, pero es cierto que se usa mucho visualment­e.

– Tiene algo paradójico, un patio ajardinado dentro de un jardín. Eso me gusta. Es un edificio muy civil, muy civilizado. Quizás está mantenido un poco penosament­e. Tiene esa intemporal­idad que a nosotros nos gusta.

–Cruz y Ortiz vive unos momentos de espléndida madurez. ¿Cuál es el proyecto más importante que están desarrolla­ndo?

– Probableme­nte el de Lugano, un conjunto de edificios deportivos y administra­tivos. – Estamos muy ilusionado­s. En Holanda también seguimos muy activos. En España estamos trabajando en un proyecto en Santander, pero poco más. El país está muy parado. Ahora queremos reabrir la oficina de Madrid, que es donde se sigue decidiendo todo. –¿Alguna enseñanza arquitectó­nica que deje el coronaviru­s?

– Puede que cambie nuestra percepción de la vivienda, que la gente estime necesario invertir un poco más en el lugar que habita. Muchas personas viven en casas por debajo de sus posibilida­des. – Yo espero que también se note en las oficinas. Se estaban compactand­o demasiado los espacios de trabajo, y ahora quizás se llegue a una ratio más razonable.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain