Se lo dejo en el ascensor, Oiga
En la mayoría de las autonomías nos encontramos en los estertores de la Fase II y a un paso de entrar en la Fase III de la desescalada. Lo que significa que prácticamente todos los comercios están abiertos y trabajando –de momento– a medio gas. Los empleados de las librerías, ferreterías, joyerías, e ‘ias’ de todo tipo se la juegan a diario atendiendo a los clientes en petit comité a un metro de distancia. Con mucho miedo: del que tose, estornuda o se le acerca como si le quisiera abrazar. O le consigue abrazar. Como decía, todos tenemos miedo de caer contagiados de coronavirus. Pero hacemos un esfuerzo por sobrellevarlo y cumplir con nuestras obligaciones laborales. Sin embargo, obser vo que hay un gremio que se está aprovechando en exceso de este miedo para beneficio propio: El de los repartidores a domicilio. De motu proprio han tomado como norma la excepcionalidad que se les permitió durante la fase 0, que fue consentirles que dejasen los pedidos en el ascensor en vez entregarlos en los domicilios. Ayer mismo discutí por el telefonillo del portal con uno de GLS que traía un pedido del El Corte Inglés. “Se lo dejo en el ascensor, Oiga”, me dice. “No, mire, he pagado nueve euros por entrega a domicilio y usted me lo deja en mi puerta. Y si le da miedo, se aparta un metro de mí, que es lo que hacemos todos con nuestros clientes”. El día anterior tuve otra bronca con un repartidor de Celeris: “¡Es que no es mi obligación subírselo!”, gritó. “Pues, mire, usted, sí lo es, dije: el artículo 33 del Real Decreto 1829/1999, así lo indica. ¡Cúmplalo!”.
Jon García( Almería)