Diario de Almeria

BRILLANDO POR SU AUSENCIA

- Escritora y poetisa

ENTRO en una cafetería y voy primero al aseo para lavarme las manos. Cuando me las estoy secando, sale del WC una de las camareras del local. Me saluda atentament­e y, sin lavarse las manos, se va directamen­te a la barra para seguir poniendo cafés y tostadas.

Entra mi compañera de oficina al aseo. A los pocos segundos de oír la cisterna, sale por la puerta dejándola abierta de par en par. Entro: me encuentro el rollo de papel para secarse las manos en el suelo al lado del WC y el dispositiv­o que debiera contener el papel higiénico, vacío. Después de reponer ambas cosas y salir la veo, tranquilam­ente, comiendo una manzana a mordiscos.

Me encuentro en el aseo de unos grandes almacenes. Estoy lavándome las manos cuando sale una señora del WC. Sin que a las suyas llegue previament­e ni una gota de agua, saca del bolso el lápiz, las sombras de ojos y la barra de labios. Se retoca el maquillaje y el peinado, guarda todo en un neceser y se marcha.

Llevo tres días trabajando en un nuevo Centro. Tres días en los que en el aseo no hay papel higiénico ni papel o dispositiv­o de aire para secarse las manos. Me arreglo con los pañuelos de papel que llevo en el bolso. La “responsabl­e”, cada vez que entra, tarda un segundo de reloj en estar fuera desde el momento en que se oye el sonido de la cisterna y, sin solución de continuida­d, prosigue con sus tareas administra­tivas, de supervisió­n general o, si se tercia, estrecha la mano a cualquier visitante. Al cuarto día le pregunto sí sería posible reponer ambos rollos de papel; me mira entre molesta y sorprendid­a y, con un ademán de impostada superiorid­ad, se dirige, llaves en mano, al armario donde tiene guardados los artículos de limpieza. Estoy hablando con “un educador” del Centro de Menores donde trabajo sobre diversas cuestiones relativas a la higiene del mismo. Entre ellas le comento no haber visto en los cuartos de baño, ni cepillo para las uñas, ni hilo dental. Ante mi más absoluta incredulid­ad me responde: “¿Te refieres a la lima para las uñas?” “Pues nunca he comprado ni utilizado ninguna de las dos cosas”. Basta observarlo con detenimien­to para saber que no miente.

Invito a cenar a casa a una compañera de la oficina. Mientras ultimo los preparativ­os, le indico gentilment­e dónde se encuentra el cuarto de baño “por si quieres lavarte las manos”. Me responde con absoluta naturalida­d y desenfado como si fuera lo más normal del mundo: “¡No te preocupes, gracias, ya me duché esta mañana…!”

Tres días en los que en el aseo no hay papel higiénico ni papel o dispositiv­o de aire para secarse las manos

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carmen.derabago@gmail.com

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