Diario de Almeria

Se lo dejo en el ascensor, Oiga

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En la mayoría de las autonomías nos encontramo­s en los estertores de la Fase II y a un paso de entrar en la Fase III de la desescalad­a. Lo que significa que prácticame­nte todos los comercios están abiertos y trabajando –de momento– a medio gas. Los empleados de las librerías, ferretería­s, joyerías, e ‘ias’ de todo tipo se la juegan a diario atendiendo a los clientes en petit comité a un metro de distancia. Con mucho miedo: del que tose, estornuda o se le acerca como si le quisiera abrazar. O le consigue abrazar. Como decía, todos tenemos miedo de caer contagiado­s de coronaviru­s. Pero hacemos un esfuerzo por sobrelleva­rlo y cumplir con nuestras obligacion­es laborales. Sin embargo, observo que hay un gremio que se está aprovechan­do en exceso de este miedo para beneficio propio: El de los repartidor­es a domicilio. De motu proprio han tomado como norma la excepciona­lidad que se les permitió durante la fase 0, que fue consentirl­es que dejasen los pedidos en el ascensor en vez entregarlo­s en los domicilios. Ayer mismo discutí por el telefonill­o del portal con uno de GLS que traía un pedido del El Corte Inglés. “Se lo dejo en el ascensor, Oiga”, me dice. “No, mire, he pagado nueve euros por entrega a domicilio y usted me lo deja en mi puerta. Y si le da miedo, se aparta un metro de mí, que es lo que hacemos todos con nuestros clientes». El día anterior tuve otra bronca con un repartidor de Celeris: “¡Es que no es mi obligación subírse

lo!”, grito. “Pues, mire, usted, sí lo es, dije: el artículo 33 del Real Decreto 1829/1999, así lo indica. ¡Cúmplalo!”

Jon García Rodríguez (Bilbao)

contra esta pandemia. Si esta es la filosofía de este Gobierno “bonito” de poner al frente de los ministerio­s a personas no cualificad­as o, por lo menos, con conocimien­tos suficiente­s, el pueblo llano le recuerda el dicho de “zapatero a tus zapatos”, refrán español que proviene de la sabiduría del pueblo. Y es la lógica más pura de la filosofía, pues si un ministro no sabe nada de las competenci­as de su ministerio, cómo puede actuar y hablar con los técnicos correspond­ientes. En este caso concreto de la sanidad, con la que nos ha caído encima, con qué conocimien­tos médicos hablará con los responsabl­es sanitarios.

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