Diario de Almeria

PASIONES POLÍTICAS

- INMACULADA URÁN / JAVIER FORNIELES Escritores blogasonde­mar@gmail.com

RESULTA curioso ver estos días algunas grabacione­s en las redes sociales. Provocan reacciones encontrada­s de apoyo o de indignació­n, que muchas veces nosotros mismos compartimo­s. Mientras hablamos, mi marido me recuerda que esto no ocurre solo en la política y me pone un video con la patada del portero del Vélez a un delantero del Boca. Uno no puede por menos que sorprender­se ante la agresión brutal del guardameta y la tozudez con que el comentaris­ta sostiene que apenas lo ha rozado. Pero ¿qué nos lleva a mantener esa misma ceguera voluntaria en el terreno de la política o de la ideología? Desde luego poco tiene que ver con los conocimien­tos. Los técnicos y los políticos – a veces con títulos rimbombant­esmienten con descaro y con una frialdad que parece sacada de un manual de una patología. Los políticos actúan así por interés y por menospreci­o hacia una sociedad o hacia unos medios que miran a otro lado. Pero ¿qué ocurre con la gente normal? ¿Por qué nos irritamos y vemos claros los peligros cuando provienen del contrario y aceptamos, en cambio, incluso la ruina si viene de los ‘nuestros’? Quizás, la mejor explicació­n nos la dé la psicología. Nuestra forma de ser oscila entre la atracción y la desconfian­za hacia los demás. El miedo al otro nos lleva a defender lo insostenib­le cuando se trata de los nuestros; y el deseo de integrarse en un grupo social nos mueve a ver a nuestros correligio­narios como un padre o un amigo siempre tolerantes. Los políticos y sus asesores solo necesitan utilizar esa complicida­d de los ciudadanos en su favor.

Por este motivo, si la razón no funciona, la única defensa contra nosotros mismos consiste en que las democracia­s vigilen a los políticos, estimulen la desconfian­za hacia el gobierno establecid­o y procuren que la separación de poderes funcione. Y, quizás, conviene también recordar la diferencia entre hechos y opiniones. Podemos discrepar sobre si Hitler y Stalin tenían motivos para invadir Polonia en 1939. Pero, cuando el representa­nte alemán excusaba la agresión germano-soviética, uno de los delegados aliados le recordaba que hay siempre una frontera entre la verdad y la mentira. Se pueden discutir las justificac­iones, pero están también los hechos: nunca podremos decir que los polacos invadieron Alemania o Rusia.

El miedo al otro nos lleva a defender lo insostenib­le cuando se trata de los nuestros

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