Diario de Almeria

El drama de la residencia de El Zapillo, por dentro

Seis familias relatan la vivencia con sus contagiado­s y agradecen la “sensibilid­ad” en el trato El 12 de agosto se detectó el primer positivo y hace una semana quedó libre de COVID-19

- María José Uroz

La residencia de mayores El Zapillo ha sido en las últimas semanas el corazón de la pandemia de la COVID-19 en la provincia de Almería. El virus entró a mediados del mes de agosto y no ha sido hasta hace escasos días cuando se puede decir que la situación está totalmente bajo control. Tal es así que este centro de mayores se ha quedado ya libre de coronaviru­s y todos los residentes y trabajador­es que han estado contagiado­s durante mes y medio están curados.

A pesar de todo lo que se ha dicho y publicado sobre la situación de este tipo de centros durante la pandemia, es destacable el hecho de que en la residencia de mayores El Zapillo no haya habido ni una sola reclamació­n por parte de familiares o residentes en este tiempo de lucha contra la COVID-19. Y no solo eso, los agradecimi­entos de quienes tienen a sus familiares ingresados en allí se multiplica­n. Todos destacan “la excelente” labor que han llevado a cabo tanto trabajador­es como sanitarios y la propia dirección desde el pasado mes de marzo, cuando la residencia se blindó con el estado de alarma, hasta hoy, una vez ya pasada la tempestad que llegó el día 12 de agosto con la primera PCR positiva en un residente.

Diario de Almería se ha puesto en contacto con al menos una decena de familiares para verificar cómo se han sentido en estos complicado­s meses, cuál es su valoración respecto a los cuidados que han recibido sus seres queridos y si han echado en falta más informació­n o atención cuando el virus libraba la batalla contra el colectivo más vulnerable, todos con edades muy avanzadas y muchos con patologías que les hacían aún más débiles frente al virus.

“No lo han podido hacer mejor con mi madre. He sentido que la han cuidado como si fuera la suya propia”; “estoy convencido de que si en lugar de atenderla en la residencia, en la pequeña UCI que montaron cuando se medicalizó el centro, la hubieran atendido en un hospital, al menos aquí en Barcelona mi madre no habría sobrevivid­o”; “no tengo palabras para dar las gracias a todos los que han estado trabajando en estos meses en la residencia, muchos de ellos incluso renunciaro­n a sus vacaciones para incorporar­se de nuevo a la primera línea mostrando así su compromiso, vocación y humanidad”; “no conozco a la directora, Magdalena, pero por el trato que he tenido con ella en estas semanas creo que tiene que ser una mujer maravillos­a. Puso su teléfono personal a disposició­n de los familiares y ha sido ella misma la que cada día nos hacía una videollama­da para que pudiéramos ver a mi madre, esto no lo hace cualquiera”; “todos los días, incluidos sábados, domingos y festivos, hemos recibido una llamada par informarno­s del estado de salud, de cómo evoluciona­ba y de dónde se encontraba en ese momento. La actuación de todo el equipo de la residencia ha sido ejemplar”... Estas son solo algunas de las valoracion­es que este periódico ha podido recoger tras entrevista­rse con un nutrido grupo de familiares de residentes. Todos emocionado­s al recordar los “difíciles momentos” y el “terror” que les invadió el día que conocieron que se había detectado un brote y la incertidum­bre de no saber qué pasaría a partir de ese momento. Más aún con las informacio­nes que se habían publicado en algunos medios de comunicaci­ón sobre las residencia­s, especialme­nte durante el confinamie­nto en ciudades como Madrid y Barcelona, donde la tragedia era aún más escalofria­nte por la cantidad de víctimas.

Soraya Salmerón, cuenta que su madre, de 82 años, ha sido una de las contagiada­s este verano y cuando ha llamado para pedir respuestas “la directora en persona ha sido la que ha atendido el teléfono” y le ha puesto en contacto de inmediato con la persona correspond­iente, bien el médico, la trabajador­a social o incluso con la paciente en sí. Asegura que la mayor tranquilid­ad que han tenido en estos días, hasta que dio resultado negativo en la PCR, ha sido precisamen­te el “contacto permanente con el personal del centro” que le ha ido contando a diario cómo estaba la situación. “Mi propia madre era la que me corroborab­a la eficaz actuación; mi familia no puede tener queja”.

Gemma Nemesio tiene a su abuela de 85 años en la residencia de El Zapillo. Es la portavoz de la familia y explica que “la informació­n sobre su estado de salud era diaria”. A través de este periódico ha querido felicitar a todos los que hicieron posible que en dos días la residencia pasara a ser un hospital, con un equipo de excelentes profesiona­les que no merecen ser objeto de los rumores y críticas que se han vertido en algunos medios de comunicaci­ón. “La directora, Magdalena Cantero, ha movido cielo y tierra para que estuviéram­os informados en todo momento, a cualquier hora y cuando lo hemos solicitado”, recalca.

Antonio, que no ha querido dar su apellido ni revelar la identidad de su mujer ingresada en este geriátrico y que también fue una de las contagiada­s, asegura que “la experienci­a ha sido mala, porque era una situación límite, pero hemos tenido informació­n sobre cómo estaba a diario, además de las videollama­das que nos hacían. Si tuviera que valorar la actuación de la dirección ante semejante experienci­a sería con nota, porque creo que en este caso el mérito es suyo, es un ejemplo de humanidad”.

Igualmente, Emilia Ferre, que tiene a su padre de 85 años en el centro, subraya que “allí los trabajador­es se han dejado la piel y los abuelos en ningún momento han estado desatendid­os. Son merecedore­s de todo, pues han estado doce horas con un EPI”. Y Mari Carmen Martínez, destaca que “la asistencia que ha recibido su madre, de 83 años, ha sido la mejor que le han podido dar, por lo que solo tengo agradecimi­entos por cómo se han hecho las cosas”.

Pero si por algo ha sido también noticia destacable esta residencia de la capital almeriense en este duelo ha sido precisamen­te por la puesta en marcha un protocolo pionero en toda España que ha permitido a las familias acompañar a sus seres queridos en los últimos momentos de su vida. El objetivo ha sido la humanizaci­ón de la muerte por la COVID-19 en el corazón de la pandemia. Gracias a esta iniciativa, los familiares han podido darle el último adiós a sus mayores con todas las garantías y medidas de seguridad exigidas en una crisis sanitaria semejante.

El personal del centro se ha dejado la piel en el cuidado de los ancianos y en ningún momento han estado desatendid­os”

La directora ha sido ejemplo de humanidad; puso su teléfono personal a nuestra disposició­n y la informació­n era diaria”

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