Diario de Almeria

EL HONOR DE UN CAPITÁN ESPAÑOL

- JAVIER SORIANO

Coronel en la Reserva

EN la primavera de 1807 un Cuerpo Expedicion­ario del Ejército español, al mando del Marqués de la Romana, fue enviado a Dinamarca, aliada de la Francia de Napoleón y en guerra contra Suecia, para integrarse con las fuerzas del Ejército francés, al mando del Mariscal Bernadotte, con el motivo aparente de proteger al aliado danés de posibles incursione­s navales británicas y suecas. Este Cuerpo Expedicion­ario estaba formado por 11.596 infantes, 2.700 caballos y unos 600 artilleros al servicio de 25 piezas (José Gómez de Arteche, 1821-1906), procedente­s fundamenta­lmente de los Regimiento­s de Infantería Zamora, Guadalajar­a y Cataluña y de Caballería Algarbe y Villavicio­sa. El cambio de situación de nuestra Nación frente a los franceses, sembró la desconfian­za entre nuestros soldados, lo que provocó que el mando francés reubicara a nuestros regimiento­s “en paraje más seguro, y con pretexto de una invasión en Suecia, se les aisló y dividió en el territorio danés. Estrechánd­olos así entre el mar y el ejército francés”. El movimiento tuvo lugar en marzo de 1808, y las tropas españolas quedaron distribuid­as entre Jutlandia, Fionia, Langeland y Selandia.

En esta situación, nuestras tropas recibieron en junio un despacho del Secretario de Estado de José I Bonaparte, para que prestasen juramento a este, lo que aumentó el descontent­o, provocando la sublevació­n de los Regimiento­s Asturias y Guadalajar­a, que fueron desarmados. Entre tanto, se organizó en Londres un plan para replegar a nuestras tropas a territorio nacional con el apoyo de la Armada británica, reagrupánd­olas en Langeland, desde donde embarcaron hacia Gotemburgo (Suecia) el 13 de septiembre, y de ahí, hacia territorio nacional, donde arribaron el 9 de octubre a los puertos de Santander, Ribadeo y Santoña.

Este repliegue no fue fácil, y durante el mismo se sucedieron una serie de escaramuza­s con los franceses y daneses, dirigiendo personalme­nte el Mariscal Bernadotte las operacione­s para intentar frustrar el plan de repliegue. Por ello, no todas nuestras Unidades pudieron replegarse y algunas quedaron atrapadas en territorio danés. Entre estas Unidades, el Regimiento Algarbe, que se vio en la imposibili­dad de llevar a cabo el repliegue por la conducta de sus jefes. Pero uno de sus Capitanes, Antonio Costa, tomó el mando de los dos escuadrone­s de este Regimiento que decidieron regresar a España, e iniciaron la marcha el 10 de agosto desde su acuartelam­iento en la localidad danesa de Horsens. En la madrugada del día 11, cuando estos escuadrone­s intentaron cruzar el estrecho Lille Baelt, para pasar a la isla Fionia y alcanzar Nyborg, les interceptó una columna franco-danesa, al mando del Mayor Ameil, quien conminó al Capitán Costa a la rendición. La llegada al lugar del Mariscal Bernardott­e forzó la situación, al ordenar este fusilar a los oficiales y diezmar a la tropa española.

Costa, intentando evitar las severas medidas del Mariscal, se dirigió al Mayor Ameil en los siguientes términos: “Soy el único culpable, porque mis soldados no han hecho más que obedecerme; yo soy el que los ha seducido”. Tras estas palabras cogió una de sus pistolas de arzón y, volviéndos­e a sus subordinad­os,

añadió: “Os he engañado y debo morir. Recuerdos a España de Antonio Costa”. A continuaci­ón se voló la cabeza de un disparo. A pesar de su trágico sacrificio, los dos escuadrone­s fueron desarmados y tomados prisionero­s.

En cuanto a su cadáver, los soldados daneses, admirados por este gesto de caballeros­idad y heroísmo, lo enterraron en una tumba que cavaron en el cementerio católico que hay a la entrada de la Iglesia de San Canuto, en la localidad de Fredericia.

En 1873, con motivo de la ampliación de la Iglesia, el pueblo danés erigió una pequeña lápida de mármol coronada por una cruz y una palma. La lápida contiene las últimas palabras pronunciad­as por Costa, y la fecha: “Recuerdos a España de Antonio Costa. 11 de agosto de 1808”. En 1908, con motivo del Centenario, fue colocada una nueva lápida con dos sables cruzados, sufragada por los oficiales españoles del Arma de Caballería. En 1985, una comisión oficial española le rindió homenaje colocando una corona de bronce sobre la pared.

El Capitán Costa llevó al extremo el cumplimien­to de su palabra, entregando su vida por ello. Es evidente que el valor de la vida a principios del siglo XIX no era el mismo que hoy en día, pero ni lo de Costa pegándose un tiro, ni lo de ahora, en el que el Honor ha desapareci­do en la escala de valores de nuestra sociedad.

El capitán Costa llevó al extremo cumpliment­o su palabra, entregando su vida por ello

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain