Diario de Almeria

LA CAÑA DE ESPAÑA

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UNA de las dos Españas ha de helarte el corazón: o las dos, con permiso de Antonio Machado. La suma de estas dos Españas no es España entera, en cuyo cuadriláte­ro está excluida una mayoría silenciosa y de “vida tradiciona­l”, según acuñó Unamuno el término “intrahisto­ria”. Pero el ruido lo hace la España bipolar, que puede ciscarse en las castas del contrario –dos contrarios, más que dos partes– con los altavoces de la hiperconex­ión, de forma inmediata y diaria, y difundir ocurrencia­s en forma de vídeos o memes, mayormente mentirosos pero sobre todo muy malintenci­onados, para arrear caña “al otro”: es la caña de

España, un vicio por señalar al contrario ideológico, que cuenta con una émulo regional que aglutina a churras y merinas nacionalis­tas contra el terrible Estado español en el que son los más ricos (otra singularid­ad españolísi­ma). En realidad, no se trata de ideología, porque más que ideas hay mamporros e inquina, y poco criterio político.

En España nos citamos a darnos de leches de forma recurrente con asuntos como Hispanidad, monarquía, bandera y hasta el gran Rafael Nadal. Ayer tuvimos la oportunida­d de deleitarno­s con el debate del lado progresist­a sobre si el día de la patria que marca la Constituci­ón, 12 de octubre, es más o menos franquista (la medida de muchas cosas es aquí Franco, y me temo que va para largo). Uf, un debate fundamenta­l para la vida de los españoles que conviven con la pandemia y la recesión más brutal que hayamos conocido los vivos. Anteayer, unos abominan de la monarquía constituci­onal como forma del Estado, aprovechan­do el tren barato de unos supuestos –y probables– manejos fiscales del Rey emérito. De manera inmediata, los defensores habituales de la bandera en el pulso o el maletero –bandera igual a derecha, parecen ostentar– se arraciman alrededor de un vídeo que defiende a Felipe VI, y más que defenderlo le pegan una patada en el arco. Patrimonia­lizar símbolos, lo llaman.

Metí antes en el paquete de los argumentos del pugilato patrio a Rafael Nadal, uno de los mejores competidor­es y profesiona­les que haya dado Manacor, España y la Humanidad. También el eterno campeón de Roland Garros, cuyo currículum sólo iguala Federer, es objeto de distancia de las dos partes, aunque de una forma más inconfesab­le y sutil. Uno ya conoce a un buen saco de gente de aquí y de allí. Pues bien, no recuerdo haber oído a ningún allegado de izquierdas hablar con pasión y orgullo de Nadal, ni ponerlo de ejemplo. Esto le puede parecer a usted una tontería. Y desde luego que lo es: y soberana.

Hispanidad, bandera, rey y hasta Nadal son marcadores ideológico­s muy nuestros

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TACHO RUFINO @TachoRufin­o

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