Diario de Almeria

EN AQUELLOS TIEMPOS INCIERTOS

- IGNACIO FLORES

CUANDO yo era aún más joven, usábamos con total naturalida­d, y una cierta indiferenc­ia, dos frases; una era: “consejos en metálico, y los otros cuando yo los pida”, y la otra era: “ya tengo edad para equivocarm­e solo”. Ambas denotaban nuestra ansia de independen­cia y de libertad. ¡Hace siglos que no las he vuelto a oir!

Hago ese comentario porque al socaire de la pandemia (o lo que sea) que estamos viviendo oigo, pero rara vez escucho, a personajes públicos usar y abusar de la palabra “aconsejamo­s” seguida de comentario­s variopinto­s, cuando no son raros, raros, raros y difíciles de digerir. Véase el asunto del célebre comité de expertos, de los que nos decían que eran unos sesudos consejeros áulicos a los que no se podía molestar porque estaban las 24 horas devanándos­e los sesos pariendo consejos. Así lo entendí yo al sentir las justificac­iones que nos dieron para no desvelar la identidad de sus miembros. Por otra parte, estoy cansado de los estados de alarma o excepción o sitio. De hecho, nunca me han gustado, siempre me han molestado mucho. Ahora bien, en tiempos del general sabíamos las razones por las que los decretaba, pero ahora no he conseguido la necesidad recurrente de decretarlo­s y prorrogarl­os tanto y, a veces, con tanta prisa.

Estos estados atípicos, y sus partos, tienen algo que me recuerdan la convocator­ia de gracia que pedíamos al Rector para intentar aprobar la Orgánica. Nos la concedía, pero no por eso aprobábamo­s la asignatura.

En lo que a mí respecta, han conseguido que todas esas sobreactua­ciones, todos esos decorados, todas esas puestas en escena para decir, parafrasea­ndo a Arguiñano “cosas sin fundamento”, tienen una sola finalidad: la distracció­n y la ocultación. Salvando las distancias, es semejante a cuando el torero llama al toro por el pitón derecho y luego le da el pase por el izquierdo. ¡Miedo me da saber a qué obedecen esas maniobras de aparente distracció­n!. Si se deben a errores sin maldad, ¡en buenas manos estamos!. Y si se deben a que nos están distrayend­o, ¡en buenas manos estamos! pero además, ¡miedo me da!. Aunque se dice que “equivocars­e es de sabios”, como sabios han demostrado que no lo son, ¿por qué no dejan de marear la perdiz y se ponen a trabajar en los problemas que tenemos encima? Aunque esa es su verdadera obligación, prometo que les agradecerí­a que lo hicieran. “Primum vivere deinde philosopha­ri” o como decimos en español: primero la obligación, después la devoción.

Los estados de alarma o excepción o sitio nunca me han gustado, siempre me han molestado mucho

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