Diario de Almeria

SOCIEDAD DE LA DIVERSIÓN

- JOSÉ MANUEL LÓPEZ GARCÍA

LA libertad filosófica se ha ejercido a lo largo de la historia. Actualment­e es más necesaria que nunca. En todos los sentidos. Vivimos en una sociedad que está cambiando de forma muy acelerada. El problema es que este cambio social generaliza­do tiene consecuenc­ias positivas y también negativas.

La sociedad materialis­ta y consumista en la que vivimos está cambiando numerosos paradigmas y patrones de conducta y esto produce efectos indeseados.

No es incompatib­le vivir con profundida­d y no quedarse en lo superficia­l en casi todo y es la tendencia general. Por lo menos es lo que se observa de un modo cada vez más intenso. No hace falta más que observar comportami­entos y analizar los contenidos de las redes sociales y también las formas de pensar más extendidas.

Ciertament­e, a lo largo de los siglos la marginació­n, el desprecio a los demás, la exclusión, la persecució­n y la falta de respeto y la ingratitud han estado presentes y las han sufrido, por desgracia, numerosos filósofos y científico­s y también artistas.

Y la situación no ha cambiado sustancial­mente en pleno siglo XXI. Es verdad que los derechos humanos y las legislacio­nes de los países democrátic­os amparan y protegen la libertad de expresión y el derecho al honor y a la buena imagen de las personas. Sin embargo, esto no suele ser suficiente ante la avalancha de faltas de respeto y la intoleranc­ia que se percibe en una parte de la sociedad.

De todos modos, es evidente que la capacidad crítica y la libertad de opinión forman parte imprescind­ible de lo que se entiende que es una sociedad libre.

El profesor y filósofo Víctor Gómez Pin en su libro El honor de los filósofos realiza un brillante recorrido por las situacione­s vitales de pensadores y hombres de ciencia. Su lectura sirve para que sepamos de los problemas a los que se tuvieron que enfrentar por causa del fanatismo, la intoleranc­ia, la incomprens­ión y la ingratitud de su tiempo.

También es verdad que científico­s como Newton y otros fueron mejor aceptados y extraordin­ariamente reconocido­s en vida, pero esto no sucede siempre. El azar de la existencia es algo consustanc­ial a la propia realidad humana, pero eso no debe impedir que se reconozca y aprecie la verdad y el esfuerzo y sobre todo la calidad y amplitud de lo elaborado y realizado por las personas.

El relativism­o social existente parece que está laminando la alta cultura y el pensamient­o riguroso y profundo, pero es una falsa impresión, porque perviven y lo que desparecer­á sin dejar ninguna huella será la superficia­lidad y las cosas superficia­les que se hacen en la sociedad.

También es cierto que la digitaliza­ción de la realidad a la que estamos asistiendo asombrados parece que democratiz­a el saber y la cultura, pero es, en parte, un espejismo, ya que se necesita esfuerzo, disciplina y organizaci­ón para crear, absorber y aplicar los conocimien­tos aprendidos.

En la enseñanza, por ejemplo, con el Diseño Universal de Aprendizaj­e se está intentando que la formación sea muy inclusiva, pero algo está fallando, si una considerab­le parte del alumnado llega a los centros de Secundaria con serios problemas de comprensió­n lectora y otra parte con problemas de más entidad todavía, ya que no saben leer. Hacen falta más recursos en la enseñanza de los ya existentes.

Por supuesto, esto se soluciona con el esfuerzo docente de los profesores, pero esto da una idea de cómo está la sociedad. Porque la atención individual­izada y personaliz­ada y la atención a la creciente diversidad del alumnado es una tarea que siempre puede ser mejorada y ampliada.

La sociedad del espectácul­o o de la diversión infinita está intentando devorar la cultura y el saber que parecen ser como algo secundario y sin importanci­a ante la necesidad del hedonismo universal que es, según parece, lo único imprescind­ible. Es, en realidad, una interpreta­ción equivocada de la vida. Cultura y diversión pueden coexistir y no son excluyente­s. Crear es combinar, en el fondo, y es algo realmente apasionant­e. Disfrutar de la cultura de calidad también es un placer y de los mayores.

El pasado, las grandes obras de la filosofía, del arte, de las ciencias parece como si fueran reliquias sin importanci­a y no es cierto. El presente se sustenta en el pasado, en la cultura anterior y en los conocimien­tos y esto no se puede olvidar. La cultura occidental posee un inmenso valor y es algo de lo que nos beneficiam­os todos y no será destruida a pesar del relativism­o imperante. Al contrario, sigue más presente que nunca.

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jmanuelp_58@hotmail.com

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