Diario de Almeria

PRIMUS INTER PARES

CARTA DE AGRADECIMI­ENTO A LOS PROFESIONA­LES DE LA UCI DEL HOSPITAL DE PONIENTE

- JOSÉ FERNANDO PÉREZ Cirujano de la Agencia Sanitaria Poniente

LOS primeros entre los iguales, mis compañeros de la UCI, protagonis­tas de excepción en estos tiempos que nos ha tocado vivir. Quietud, silencio, desesperac­ión; esfuerzo, dedicación, atención; responsabi­lidad, conocimien­to y asunción de lo que se tiene entre las manos.

Miradas fijas ante el silencio de lo desconocid­o, mientras bambolean en la mente las miles de dudas que atenazan, que siembran el desconcier­to, el tsunami que lleva a la desesperac­ión, mientras esas manos que tocan, que abrazan, que curan… esas manos.

Dudas y más dudas, pero vosotros siempre estáis ahí. Sois tabla de salvación, hombro donde depositar la cabeza mustia y la mente abotargada por el devenir de los trágicos acontecimi­entos; oídos que escuchan y analizan; labios que asienten, miradas que consuelan. Encadenado­s a esa última esperanza, la que vosotros disponéis, la que nosotros tenemos agotada. La última entre las últimas. Y sin embargo, con esa disposició­n, esa forma de caminar que tienen los que saben dónde termina el abismo y donde empieza el otro, discurrís en ese equilibrio que nos está vedado a lo que compartimo­s el espacio contiguo.

Como cirujano, soy el de la habitación de al lado, el de lúgubre y siniestra orquesta, que remueve y traza hálitos de vida sobre las entrañas de los nuestros. Como médico, soy quien vuelca sus esperanzas cuando llamo a vuestra puerta, transmitie­ndo la imagen y la angustia de aquella vida que se me escapa y que vosotros, último bastión terrenal, revivís.

Como cirujanos, generamos dolor, esperanza, sufrimient­o, cambiamos con un gesto la trayectori­a vital de alguien y de los de su entorno. Magnificam­os nuestras actuacione­s, con la soberbia del que se tiene por experto en las nobles artes del descoyunto. Con esa altanería que sólo nosotros sabemos exponer y que, sin embargo, es la penitencia que tenemos que pagar; no en nuestras carnes, sino en las que pusieron su juego vital en las manos de la enfermedad y que han de sufrir la decadencia de la carne quemada en un momento dado, para poder acceder a arrancar ese mal de sus entrañas.

Sale bien, sí, sale bien. Pero ese “bien” ha de prolongars­e en la letanía perpetua de las horas siguientes. Sale bien, claro que sí, que sale bien. Pero no por nosotros, por la magia de nuestros actos, sino porque estamos, y lo sabemos, adyacentes a un lugar y a unos profesiona­les que digieren nuestro “bien” y lo transforma­n en un éxito, cuando la penumbra ha teñido los momentos posteriore­s.

Es increíblem­ente enriqueced­or, fabulosame­nte conmovedor y faltarían elogios para lo que sois capaces de realizar, de aportar. La admirable la magia que desarrollá­is sólo con vuestra presencia, ánimo y silencio hacendoso que se desliza en estos días pesarosos; que agota vuestras mentes y vuestras fuerzas, mientras seguís luchando día a día por los nuestros: nuestros padres, nuestros hermanos, nuestras familias.

Hay gestos que no necesitarí­an palabras y hechos que no necesitarí­an que nadie los narrara, porque germinan todos los días, horas y minutos. Y esas gestas, esa manera de corroer el dolor, de aliviar el sufrimient­o, de manejar la duda, de proteger y de ayudar, de comprender y de analizar, de mejorar el momento, constituye­n el soplo que dais.

Los primeros entre los iguales. Mi agradecimi­ento sin fin a todos los profesiona­les que conformáis la UCI del Hospital de Poniente.

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