El alta tras 343 días en el hospital
● Antonio Domínguez, un paciente de Málaga, vuelve a casa tras casi un año ingresado en el Clínico y el Marítimo por el Covid-19 y sus secuelas
“Estoy feliz, pero atacada”, reconoce Cristina Domínguez. No es para menos. Antonio, su padre, recibió ayer el alta tras 343 días en el hospital. Es probable que sea uno de los pacientes que más tiempo ha estado ingresado a causa del coronavirus en España. Su hija relata su historia como un homenaje a su padre. Como reconocimiento público “a su fortaleza y a todo lo que ha luchado por vivir”, afirma con la voz entrecortada por la emoción. También la cuenta como agradecimiento a los profesionales del Clínico y el Marítimo, los dos hospitales de Málaga donde “lo han salvado”, y como mensaje de esperanza para los enfermos que pelean ahora contra el Covid.
Antonio estuvo más de dos meses sedado y entubado. Varias veces los profesionales del hospital temieron por su vida. Pero lucharon por él y lo sacaron adelante. Después de casi un año ingresado obtuvo el alta. No puede caminar y está débil, pero ha sobrevivido.
Todo se remonta al principio de la pandemia. A comienzos de marzo, Antonio y su esposa, Encarnación, estaban de vacaciones en un hotel de Huelva. El Gobierno central decretó el estado de alarma y el confinamiento. Así que se volvieron a Málaga. “Mi padre empezó a tener fiebre y una tos fea”, recuerda la hija. Como iba a peor y tenía dificultad respiratoria, llamaron al 061. Antonio, de 68 años, tiene diabetes, hipertensión y arritmia. Hasta ese momento, todas esas patologías estaban controladas. El 25 de marzo –cuando Cristina cumplía 39 años–, la ambulancia lo trasladó a Urgencias del Clínico. Lo dejaron ingresado. Sólo pasó la noche en la planta porque unas horas más tarde estaba ya en la UCI que se habilitó en la zona de Recuperación Postanestésica. Allí permaneció 74 días.
Aislado por el Covid y sedado, sus familiares no podían contactar con él. Los profesionales del hospital, mediante videollamadas, facilitaban que sus seres queridos pudieran visitarlo virtualmente. Por este detalle la hija de Antonio no deja de repetir el reconocimiento no sólo al trabajo asistencial, sino también humano de los profesionales. Cuenta que mientras estuvo sedado y entubado, su esposa no lo supo. “Yo engañaba a mi madre para que no se preocupara”, confiesa. Encarnación le preguntaba por qué no podían hablar con él por teléfono y Cristina buscaba excusas.
Después de varias semanas, pasó a planta del Clínico. Entonces, después de varios meses, por fin pudieron abrazarlo. Cuando mejoró, su padre fue trasladado al Marítimo. Como había quedado con secuelas debido al Covid y a la larga hospitalización, necesitaba fisioterapia y en este hospital de Torremolinos está la Unidad de Rehabilitación. Antonio evolucionaba favorablemente. Todo parecía enderezarse. Pero debido a la debilidad que le dejó el coronavirus, contrajo una neumonía no Covid y volvió a empeorar. En noviembre tuvo que ser trasladado al Clínico. A principios de diciembre, tras recuperarse regresó al Marítimo, donde ayer recibió el alta. Antonio necesita silla de ruedas porque no camina y está débil. La vivienda ha tenido que ser adaptada por sus dificultades de movilidad. Pero por fin está en casa.