Diario de Almeria

Ningún rincón sin Dios

- VICTORIANO MONTOYA VILLEGAS Responsabl­e Archivo Diocesano

EN este mundo de la imagen y el postureo, puede sorprender que Jesús rehuyera cualquier tipo de aplauso o reconocimi­ento. El motivo es que Él no ha venido a suscitar el entusiasmo superficia­l y pasajero, sino a despertar una fe personal y profunda en aquellos que le escuchaban. Por esta razón, Jesús siempre pedía que se guardase silencio sobre las obras portentosa­s que realizaba.

Son muchas las curaciones que Jesús realizó, pero, posiblemen­te, ninguna sea tan significat­iva como las curaciones de los leprosos. Para el pueblo de Israel pensaba que la lepra era consecuenc­ia de un pecado cometido por la persona que la padecía. Por tanto, se entendía que quien tenía lepra ya no se encontraba en comunión con Dios y era apartado de los frutos de la salvación. Además, el leproso debía vivir fuera de su casa y pueblo, experiment­ando la marginació­n y la «muerte» social. Debido a las penalidade­s que sufrían, aunque la enfermedad no fuese muy grave, terminaban muriendo de hambre, sed o apedreados. En resumen, la lepra era sinónimo de muerte, no solo física, sino en todas las dimensione­s de la persona. Por ello, cuando Jesús cura a un leproso, no solo eliminaba la enfermedad, sino que restituía a la persona en todas las dimensione­s de su existencia.

Hoy en día, la lepra es una enfermedad que tiene una cura relativame­nte sencilla. Pero, leyendo este pasaje del evangelio alegóricam­ente, se podría afirmar que la lepra sigue siendo una enfermedad que amenaza la vida religiosa de los cristianos. Sabemos que Jesucristo nos ofrece la salvación integral de la persona. Sin embargo, a veces, los cristianos nos empeñamos en mantener pequeñas «manchas de lepra» en nuestra vida. Son aquellos ámbitos o aspectos de nuestra vida que no se ajustan a lo que debe ser la vida de un cristiano, pero consideram­os que podemos compatibil­izar con la fe. Es como decir que hay algunos pecados que podemos repetir y no hacer nada por enmendar y que esta actitud es compatible con mi ser cristiano.

El problema que tiene la lepra es que si no se cura, una pequeña mancha terminará ocupando el cuerpo entero y llevando a la muerte. También en la vida espiritual, mantener sin curar un pecado o actitud que va en contra de lo que Jesucristo nos enseña y no tener ni siquiera la intención de esforzarse en sanarlo, llevará a la muerte espiritual o, al menos, a una vida cristiana muy disminuida.

La palabra de Jesucristo, como en el evangelio, sigue siendo igual de eficaz, pero solo podrá limpiarnos completame­nte si no nos cerramos a su acción sanadora. No dejemos ningún rincón de nuestra vida sin Dios.

El pueblo de Israel pensaba que la lepra era consecuenc­ia de un pecado cometido

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