Guerra fría en Moncloa
● PSOE y Unidas Podemos están convirtiendo en moneda corriente sus discrepancias, pero los socialistas garantizan la “estabilidad” del Gobierno
Nunca hubo amor, ni siquiera química, entre ellos, ni se gustaban ni se fiaban, al uno hasta le quitaba el sueño el otro, su desconfianza era mutua... pero la negativa de Ciudadanos a hacer presidente a Pedro Sánchez echó a éste en los brazos del que también le negaba el pan, la sal y la investidura, y el PSOE y Unidas Podemos se emparejaron... pero no están comiendo perdices, sino un sapo tras otro, y las desavenencias entre los dos socios de gobierno se suceden cada vez con una mayor frecuencia tal que ya son parte del paisaje informativo.
Unas fisuras que se visualizaron tan pueril como descarnadamente entre María Jesús Montero y Pablo Iglesias en un reservado junto al Salón de Pasos Perdidos del Congreso. La portavoz del Gobierno le quería explicar a su vicepresidente segundo por qué seguía teniendo reticencias para aprobar el decreto antidesahucios. Montero, la vicepresidenta Nadia Calviño (otra de las bestias negras de Podemos) y Juan Carlos Campo, titular de Justicia (que también ha salido trasquilado con veladas acusaciones de machista por parte del socio menor), seguían sin dar su visto bueno a una norma considerada central para la formación morada. “No seas cabezón”, le llega a espetar Montero a Iglesias, que asume y justifica la etiqueta: “Somos muy cabezones para que se cumplan los acuerdos de programa de gobierno, como la suspensión de cortes de suministros energéticos, la mejora de los salarios, la revalorización de las pensiones o la derogación de la reforma laboral del PP”.
CINCO CARTERAS MORADAS
Sánchez encabeza un Ejecutivo con 22 miembros –con él 23–, muy por encima de los 15 componentes del primer Gobierno de Aznar y los 14 de los formados por Mariano Rajoy. Los de Pablo iglesias tienen cinco carteras. Le acompañan cuatro ministros morados en representación de las diferentes confluencias: Irene Montero (Igualdad), Yolanda Díaz (Trabajo, por Galicia en Común), Alberto Garzón (Consumo, Izquierda Unida) y Manuel Castells (Universidades, independiente, por los comunes).
Socialistas y morados siempre pueden enmarcar las discusiones en el normal funcionamiento de un Consejo de Ministros bicolor. Sin embargo, los roces se intensifican a marchas forzadas. Están condenados a entenderse y por eso firmaron un documento que pretendía ser un antídoto frente a la descoordinación. El llamado Protocolo de funcionamiento, coordinación, desarrollo y seguimiento del acuerdo de gobierno progresista de coalición, señala que la relación “se regirá por los principios de lealtad, cooperación, corresponsabilidad y estabilidad”, actuará “con pleno respeto a la Constitución” y sus miembros trabajarán con “la máxima discreción”.
Socialistas y morados se comprometieron a comunicar sus iniciativas parlamentarias al otro socio y “se requerirá el acuerdo de ambas partes para su presentación, así como para la posición conjunta de voto”. Y en caso de discrepancias irresolubles, se pactará al menos “su alcance y la publicidad que se da a la misma” para “mantener la estabilidad del Gobierno y no erosionar la confianza de la coalición”.
Todo muy loable, pero esos cinco folios de buenos propósitos se han convertido en papel mojado. Aunque la ministra portavoz se empeña en sacar su mejor sonrisa para explicar que las relaciones entre los dos socios son mucho mejores de lo que sugieren los medios de comunicación, los últimos acontecimientos la desmienten sin piedad.
Y eso que la estabilidad del Gobierno recibió un aldabonazo con la aprobación de los Presupuestos en diciembre y un definitivos espaldarazo en enero al obtener el control de los 140.000 millones de los Fondos Europeos de Reconstrucción con la inestimable abstención de Vox.
Iglesias y Sánchez cierran filas de cara a la galería y aseguran que el Ejecutivo está robusto aunque no parece apto para muchos trotes. Fue bastante elocuente al respecto que durante la sesión de control de este miércoles Iglesias sólo recibiera el aplauso de su grupo parlamentario mientras los ministros socialistas silbaban y miraban esquivos para otro lado.
PSOE y Podemos han mostrados en lo que llevamos de legislatura posiciones opuestas en multitud de cuestiones y en los últimos tiempos las discrepancias se han centrado en temas como la ley trans, el Ingreso Mínimo Vital (IMV) o la calidad de la democracia española.
La vicepresidenta Carmen Calvo ha mostrado su preocupación sobre la posibilidad que contempla la norma de elegir el género “sin más que la mera voluntad o el deseo” y ha considerado que el texto no está suficientemente “maduro”, sugiriendo problemas de “constitucionalidad”.
También ha habido encontronazos esta semana por la gestión del ingreso mínimo. Pablo Echenique señaló que “no puede ser” que una prestación diseñada para “dar cobertura a más de 800.000 familias” esté, “a día de hoy, prácticamente bloqueada por un diseño en el que ha primado la burocracia”, poniendo así en tela de juicio el trabajo del ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá. Podemos, además, ha registrado 12 enmiendas al proyecto, a despecho de su pacto de gobierno.
VOTOS DIVERGENTES
El toma y daca en Moncloa ha alcanzado su cenit con la ley de igualdad de trato, la llamada ley Zerolo, registrada en el Congreso por el PSOE. Unidas Podemos critica a sus socios por presentar esta iniciativa de forma unilateral y rompiendo más de siete meses de negociaciones. El Ministerio de Igualdad acusa a sus socios de filtrar informes sobre la iniciativa y de romper el acuerdo de gobierno. Muestra evidente de las desavenencias fue la abstención de Unidas Podemos al votarse esta semana en el Pleno la proposición de ley impulsada por el PSOE, actitud que Calvo ha tachado de incoherente.
El malestar de los socialistas está subiendo de tono por momentos a raíz de que Iglesias cuestionara la calidad de la democracia española y equiparara a los exiliados del franquismo con el ex president de la Generalitat a la fuga, Carles Puigdemont, y ahora con el aliento de Unidas Podemos a las manifestaciones contra el encarcelamiento del rapero Pablo Hasel y cierta connivencia con los violentos que las empañan. La coalición morada se niega a condenar los disturbios.
La oposición ha vuelto a instar a los socialistas a romper su acuerdo con Unidas Podemos, pero María Jesús Montero reiteró ayer que el Ejecutivo “goza de una gran estabilidad y tiene una hoja de ruta muy clara que quiere desarrollar en los próximos tres años”.
Podemos no quiere ser un actor irrelevante. Su caída electoral en picado en el País Vasco y –mayormente– en Galicia hizo ulular las alarmas en la formación morada y Pablo Iglesias se ha quitado el traje de socio ejemplar que apenas le tose al jefe y, aunque no se puede soplar y sorber a la vez, se comporta en (demasiadas) ocasiones más como oposición que como Gobierno.
No se atisba a pesar de los crecientes pesares ni una ruptura ni una crisis de Gobierno a corto plazo, pero los socialistas sí creen necesario reconducir la situación cuanto antes. No obstante, las negociaciones que mantienen la Vicepresidencia de Derechos Sociales y el Ministerio de Transportes acerca de la nueva ley de Vivienda están enquistadas.. Otro frente a la vista. Por no hablar de las intermitentes andanadas de Podemos contra la Corona... Valga la redundancia, los socialistas están hasta la coronilla.