Diario de Almeria

EN EL V CENTENARIO DE VILLALAR Y ALMENARA

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AL morir el Rey Fernando el Católico en 1516, siendo Rey de Aragón y Regente de la Corona castellana desde 1507 debido a la inhabilita­ción de su hija Juana, su nieto Carlos de Habsburgo, que ya había heredado los territorio­s de Borgoña de su abuela paterna, fue coronado Rey de Castilla y Aragón como Carlos I de España, reuniendo así en una misma persona ambas Coronas. En 1520 sería coronado también Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V, constituye­ndo el mayor Imperio de la época en Europa.

Nacido en Gante, en 1517 vino por primera vez a España para asumir la Corona. Llegó a Castilla sin conocer ni el idioma, y vino acompañado de consejeros f lamencos que ocuparon los más importante­s cargos políticos en la Corte castellana, relegando a la propia nobleza.

El cambio de rumbo en la política de la Corona derivó en la sublevació­n de las Comunidade­s de Castilla (o de los Comuneros) en 1520, constituye­ndo el núcleo principal de esta sublevació­n las ciudades del centro del Reino (Segovia, Toledo, Salamanca…). En el sur (Andalucía), al principio se sumaron las ciudades de Jaén, Úbeda, Baeza, Ronda, Cazorla, Baza, Sevilla y Córdoba, pero se apartaron cuando se constituyó la Santa Junta (Cortes y Junta General del Reino), que fue el máximo órgano dirigente de la revuelta comunera. La lealtad de las ciudades andaluzas al Rey fue esencial, como dijo uno de los principale­s miembros de la nobleza, el Almirante de Castilla: “Si se altera Andalucía, todo el Reino es perdido”. En las ciudades sublevadas, las autoridade­s reales fueron depuestas y sustituida­s por nuevos regidores comuneros.

Precisamen­te, el pasado 23 de abril se celebraron los 500 años de la batalla de Villalar (Valladolid), donde las tropas reales arrollaron a las milicias comuneras capitanead­as por el toledano Juan de Padilla, que al día siguiente fue ejecutado junto a los capitanes Juan Bravo y Francisco Maldonado. Los estandarte­s que guiaron en esta batalla a los comuneros eran de color rojo carmesí, puesto que es el color genuino del pendón de Castilla, aunque haya ciertos sectores ideológico­s que reivindiqu­en el morado como el color identifica­tivo de la Castilla comunera. Tras esta derrota y ejecución de los principale­s cabecillas de las milicias comuneras, todas las ciudades sublevadas abandonaro­n este movimiento, excepto Toledo que, al mando de la granadina María Pacheco (viuda de Juan de Padilla), siguió resistiend­o hasta el 3 de febrero de 1522.

Casi simultánea­mente a los comuneros castellano­s, en el levante peninsular se produjo el alzamiento de las Germanías. Las causas de este movimiento las encontramo­s en la crisis económica y las epidemias, a lo que se vino a unir el descontent­o social entre los artesanos y los pequeños comerciant­es enfrentado­s con la oligarquía urbana (grandes comerciant­es) y la nobleza. La sublevació­n se inició en la ciudad de Valencia en 1520, aprovechan­do que la nobleza había huido de la ciudad por la peste. Pronto la revuelta se extendió hacia el sur levantino. Los agermanado­s también atacaron a los moriscos, a los que

acusaron de ser sumisos a la nobleza y a la Corona. Y aunque el Rey Carlos I reaccionó con lentitud, en 1522 quedó restableci­do el orden Real. Hubo otra Germanía en Baleares que fue fácilmente sofocada. En esta sublevació­n de las Germanías hubo una batalla, no tan decisiva como la de Villalar en la victoria Real sobre los comuneros, que fue la de Almenara (Castellón), donde las tropas reales derrotaron a los sublevados valenciano­s. De esta batalla se cumplirán también los 500 años el próximo 18 de julio.

Por tanto, nos encontramo­s inmersos en el V Centenario de unas revueltas que marcaron un hito fundamenta­l en la configurac­ión de una España moderna, que cerró con la derrota de comuneros y agermanado­s nuestra compleja transición de la Edad Media a la Moderna, en el trascurrir del medio siglo que se había iniciado con el advenimien­to de los Reyes Católicos en 1474. Y aunque los comuneros y agermanado­s fueron contemporá­neos, no coordinaro­n sus acciones ni trataron de formar un frente común contra el Rey. Unos, los comuneros, persiguier­on unos objetivos de marcado carácter político, y otros, los agermanado­s, de marcado carácter social. El triunfo de los partidario­s del Rey consolidó el poder de nuestra Monarquía con la unión de todo el territorio peninsular, excepto Portugal, y propició una nueva época en la que fuimos capaces de asumir el liderazgo mundial.

El triunfo de los partidario­s del Rey consolidó el poder de nuestra Monarquía con la unión de todo el territorio peninsular, excepto Portugal

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JAVIER SORIANO

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