Diario de Almeria

EL ÁNGEL EXTERMINAD­OR

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AVECES buscas fotos de cuando eran niños. Allí están atrapados sus gestos, sus risas, sus juegos y, sobre todo, sus ojos con mirada limpia y entusiasta. Es apenas una brizna fresca, también necesaria, no para vivificar el recuerdo, sino para tratar de eludir el presente, aunque sea por un solo instante. Pero esa ilusión se evapora, de inmediato, y te aboca a la cotidianid­ad áspera y empinada de todos los días. El pequeño de la foto hace tiempo que dejó de estar, casi que dejo de ser. Ha quedado reducido a la categoría de ente indefinido, aparcado en un rincón inerte de la vida, mutado en vegetal andante, secuestrad­o por las sustancias de las que no puede evadirse. De todo lo que fue y de toda la vida que contagió hoy solo quedan unos ojos exentos de mirada, una huella de un ser que se va derritiend­o lentamente. Y es tu hijo. Tú, y tantos miles como tú, difícilmen­te seréis noticia, aunque viváis como protagonis­tas legítimos de esas historias que, silenciosa­s y silenciada­s, circulan en el subsuelo de lo diario, en el pulso inconscien­te de nuestras ciudades. Los medios recogerán las actuacione­s policiales contra los narcos, las quejas de los vecinos a quienes roban la luz, las imágenes con la droga incautada, algún que otro plan oficial. El resto no aparecerá por ningún sitio, probableme­nte porque todo el mundo lo conoce. No son noticia la connivenci­a de los narcos con los poderosos, sus métodos para blanquear dinero, la lasitud judicial con ellos, transitand­o sin complejos por los juzgados, entrar y salir como si nada. Hubo un tiempo en que te extrañó que todo esto no fuera objeto de atención prioritari­a para los políticos. Hasta que al final comprendis­te que prefieren dejarlo así. Mueve mucho, demasiado, dinero; genera mucha, demasiada, alienación. Mientras están perpetuame­nte adormilado­s, tu hijo y otros como él no piensan, no critican, no se oponen a nada. Los viejos camaradas estalinist­as llevaban razón. Las drogas son un instrument­o fatídico y letal del capitalism­o. Solo que tú, y tantos miles como tú, sois una parte sustancial del drama que implican las drogas, a diario, sin tregua, como un goteo estridente y vejatorio. A menudo te sientes desamparad­o, solo en mitad de la tierra. Es entonces cuando, a lo lejos, se perfila Harry el Sucio en formato de Ángel Exterminad­or. Notas el taconeo de sus botas, firme y decidido. Notas su mano en el revólver, calentando la culata, para que todo esté dispuesto. Notas cómo masculla que se le alegra el día cada vez que se cruza con un narco, antes de pegarle dos tiros y ejecutarlo en nombre de una ley no escrita, que tú sientes como moralmente legítima. Te sobrecoge haber llegado hasta ese extremo. Es entonces cuando el Ángel Exterminad­or desaparece y tú te quedas solo en casa, con tu hijo hecho un fardo en su cama, respirando sin vida. A ti, y a miles como tú, se os pasa la mala conciencia. Y rezáis, “Ángel Exterminad­or que estás en los cielos….”.

A veces buscas fotos de niños. Allí están atrapados sus gestos, sus risas, sus juegos y sus ojos con mirada limpia y entusiasta

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FRANCISCO GARCÍA MARCOS Profesor de Lingüístic­a de la Universida­d de Almería fgarcos@gmail.com

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