Diario de Almeria

Sereno y cantaor

Jugando con su ingenuidad y afán por triunfar en el arte flamenco, unos malnacidos le hicieron creer que iba a debutar en Málaga. Cuando llegó al Puerto el barco ya había zarpado

- ANTONIO SEVILLANO

DEJÁBAMOS a Miguel el Vaca rumiando las desgracias de la clase trabajador­a y las nulas esperanzas de que cambiasen a corto, medio o largo plazo. Más que pesimista era un realista sin base científica, ajeno a los postulados humanístic­os en favor del obrero y de su emancipaci­ón del yugo que los oprimía: “O nos unimos o los señoricos y sus capataces nos comen con papas! Intuía -pese a que el vaticinio no se cumplió- que quizás en tiempos de sus nietos los pobres saldrían de pobres. Así que por ahora tocaba espabilar.

La divina providenci­a vino en su ayuda en forma de vacante cuando se jubiló el pegacartel­es del teatro Principal y Calderón. El primero colindaban a las murallas que derribaron a partir de 1855. Con planos de Cuartara Cassinello, el acaudalado José Rodríguez se construyó en solar la soberbia mansión, hoy conocida por Edificio Banesto). Del Calderón muy pocos eruditos locales se han ocupado de sus vicisitude­s; viene por tanto al pelo recordar una fase de su existencia. A consecuenc­ia de las desamortiz­aciones de “bienes religiosos ociosos” -la clerecía, indignada ella lo consideró expolio- la hoy iglesia de las Esclavas del Santísimo Sacramento (San Pedro el Viejo o más modernamen­te de los Jesuitas) fue reconverti­da, ¡quién se lo iba a decir!, en salón de baile, varietés, f lamenco, máscaras de Carnaval y variados saraos faranduler­os. Además de sala de “juicios por Jurados”, almacén de Tabacalera y hasta acuartelam­iento de Carabinero­s.

PEGACARTEL­ES Y SERENO Cubierta la baja de su antecesor, he aquí a mi Miguel dando faldonazos por media Almeria. Ora en las Cuatro Calles (entonces no la llamaban así), ora en el Paseo, plaza de Santo Domingo o malecón de San Luis, a espaldas del Hospital. No obstante, el zascandil parecía tener obsesión por la fachada del Real Monasterio de la Encarnació­n, o séase, convento de Las Claras, en la parte superior de Casa Puga. Ahí derrochaba arte. Enfundado en ropa de faena, escaleras al hombro, cubo con gacheta a la derecha y mocho o escobón de palma a la siniestra, el Vaca era feliz y dueño de la situación. Brochazo arriba, brochazo abajo era un espectácul­o. Los curiosos exclamaban al ver los carteles luciendo en su esplendor tras secarse el engrudo: El Vaca, El Vaca, es cojonudo, como el Vaca no hay ninguno...

¡Ave María Purísima, las doce y media y sereno! Efectivame­nte, sereno titular sin sueldo fijo del distrito Centro. Resultó una etapa de la que el hombre no salió muy librado. Lo enchufaron como responsabl­e del Paseo y adyacentes y allá que arreo Miguel revestido de la autoridad que proporcion­a un uniforme (cualquier uniforme), dando las horas al compás de la Torre de la Vela alcazabeña. Tenían que verlo: más bonito que un San Luis, un figurín: blusón gris, gorra galoneada, farol de gas y el imprescind­ible y puntiagudo chuzo. Una noche cualquiera se armó la de dios es cristo: al alzar la voz con el preceptivo Ave María una certera pedrada le hizo añicos el farol. Viéndose agredido por cuatro individuos trasnochad­ores, pidió “favor en nombre del Rey”. Pero no había alcanzado a pedir auxilio cuando otro “losco” voló asta estamparse en la cabeza, a pique de romperle la crisma. En vista de que los incidentes (accidentes) podían repetirse, con buen criterio presentó su dimisión irrevocabl­e al Cabildo municipal.

PEGACARTEL­ES Y SERENO

De sus querencias artísticas del VAca cabía destacar la Tauromaqui­a y el Flamenco. Coetáneo de Julián Arcas y Antonio de Torres, tenía a los cantaores El Marmolista y Juan Breva como ídolos. Ni la tradición oral y mucho menos los periódicos dejaron constancia de que hubiera exhibido sus cualidades canoras ante público de pago. Un párrafo nos ilustra de la obsesión que martilleab­a su sesera: “Con la voz que tengo y el sentimient­o que le pongo al fandango y las peteneras de la tierra, no sé a qué esperan para darme una oportunida­d”. Sin hacer daño a nadie, Miguelico vivía en su mundo. Sea por lo que fuese, la oportunida­d se demoraba, siendo el momento para que los malnacidos de rigor se hicieran presentes. Al incauto ilusionado le tendieron una trampa:

Mañana a las once te esperamos en el Muelle. Por fin el dueño malagueño de las “Siete Puertas” se ha acordado de ti para que debutes en su local. Y a la hora dicha, como un clavo, apareció frente a la escalinata Real. Ahí es nada, yo cantando en Málaga, en el Café más famoso de toda Andalucía… ¿Miguel, traes la cédula de identifica­ción (antiguo DNI), pues vete a por ella o no te dejan embarcar… Corrió más que un galgo, pero a la vuelta comprobó con desesperac­ión que el barco que cubría semanalmen­te la línea de vapores de cabotaje Cartagena-Almería-Málaga

(y viceversa) ya enfilaba la bocana del Puerto, a la altura del faro. Maldita sea la madre que os parió por reíros de mí. Ahí se frustraron sus ilusiones, yéndose al traste las ansias de triunfo y fama. Juró no volver a cantar una copla más en su vida. Pero no todo van a ser penas. Vean lo ocurrido en la Feria de 1874. El Ayuntamien­to no tenía un duro en sus arcas y ningún particular se echó pálante a la hora de organizar las dos corridas de toros del abono. En su lugar, ¡menos da una piedra!, montaron una mojiganga (charlotada o espectácul­o bufo). A los toros, a los toros -gritaban los cocheros desde el pescante-; a la plaza que hoy torea un paisano, anímense señores. El cartel tenía guasa. Encabezand­o la terna nada de Antonio Carmona “Gordito” (a quien le dedicaron una calle en el barrio), Cara-Ancha o Desperdici­os, no. Nada más ni nada menos que nuestro Miguel Vaca y Vaca. Como por razones de edad yo no pude asistir a tan destacada efeméride, permítanme que ref leje tal cual el orden de los números previstos en el primitivo coso de la Rambla de Belén, a la altura de los Jardinillo­s actuales, entre calle Murcia y Granada:

1º Sinfonía: La Gallegada (de Julián Arcas) 2º Se correrá, banderille­ará y matará un novillo de 4 años, llamado Matatías: albardado, cornicorto y bien puesto de arrobas 3º Saldrá a la arena otro bravo novillo de tres años, colorado, berrendo y abrochado; cantando como el Canario y hablando más inglés que Cirilo, el que será lidiado únicamente por el célebre Galiano, el cual trabajará metido en una bota (bocoy de madera, para el vino) acompañánd­ole en su ejecución el intrépido Miguel el Vaca

4º Una opípara comida será presentada al Galiano. Al que en medio de la plaza y en presencia del novillo, le será servida por Miguel, montado en un jumento 5º Barba Verde, 4 años, berrendo y bien armado, será corrido, banderille­ado y muerto por el Vaca El 6º número del programa y demás considerac­iones sobre el desarrollo del festejo ferial lo pospongo para el próximo domingo en el que cerraremos la trilogía del singular menda multiemple­ado y útil a la sociedad de su tiempo.

Farol y chuzo en mano, Miguel lucía revestido de autoridad el cargo de sereno municipal

En la Feria de 1874 el Vaca se erigió el protagonis­ta de una mojiganga en el coso de Belén

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Los Jardinillo­s, en la Rambla
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ANTONIO MORENO
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