La nueva Rambla Amatisteros cumple 25 años
● Esta semana se cumple un cuarto de siglo de la inauguración de su remodelación y canalización, en las que se invirtieron 5.000 millones de pesetas
Periodista
ESTA semana se cumple el 25º aniversario de la inauguración de la urbanización de la Rambla Amatisteros como zona verde y uso público. Los almerienses que hayan nacido en el siglo XXI pueden creer que esa avenida de la capital siempre estuvo así. La realidad es bien distinta: donde ahora existen árboles, flores, fuentes, bancos y carriles bici, antes era un cauce lleno de piedras y escombros que se convertía en mortífero cuando llovía; las bravas aguas que bajaban de las serratas inundaban calles, cuevas, casas y comercios, como ocurrió en 1882, 1891 o 1970.
Para poder disfrutar del agradable entorno actual fue imprescindible construir unas presas en la cabecera de la rambla para embalsar el agua de lluvia. Durante dos años y con un coste de unos 1.500 millones de pesetas, se efectuó un tratamiento hidráulico previo que garantizase la adecuada evacuación de caudales en caso de avenida torrencial. El complejo trabajo lo coordinó el ingeniero de la Confederación Hidrográfica, Miguel Angel Gutiérrez y se centró en levantar unos diques de entre los 10 y 33 metros con una capacidad de 10.000 a 300.000 metros cúbicos. Ubicados en las cabeceras de las ramblas Belén y Amatisteros, Cerro Caguetas y Barranco de Los Polvorines, desde allí un canal subterráneo encarrila el agua hacia el mar.
La nueva Rambla Amatisteros, inaugurada el 13 de junio de 1996, necesitó una inversión de 5.000 millones de pesetas y supuso la remodelación completa de un degradado entorno de la capital. Lógicamente, al corte de la cinta inaugural asistió el alcalde, Juan Megino, junto al consejero de Obras Públicas, Francisco Vallejo, y políticos provinciales que, algunos de ellos, aún siguen en distintos puestos de la Administración: Fernando Martínez, Manuel de la Fuente o Luis Rogelio Rodríguez. Los vecinos de la Colonia Araceli, San Félix, Barrio Alto, San Luis o Los Ángeles acudieron en masa a disfrutar de aquel acto oficial y público.
Pero la Rambla Amatisteros ha estado vinculada durante siglos a la ciudad por las riadas, aluviones, inundaciones y desbordamientos. Cuando llovía mucho, su cauce formaba un torrente de cenagosas aguas que bajaba con vertiginosa violencia y rapidez. Aquello debía ser terrible porque producía un ruido aterrador que llevaba el espanto y el pavor a los vecinos que presenciaban las avenidas desde sus modestas casas o cuevas. Era habitual que hubiese víctimas mortales por ahogamiento o arrastre y como en todas las tragedias también surgían los héroes. El 21 de octubre de 1900 los serenos Juan Quesada Rodríguez, Eduardo López Bonillo, José Córdoba Perez y Miguel Pallés Quesada salvaron la vida de decenas de personas del Barrio Alto al alertar con sus silbatos y gritos de una inesperada avenida de agua, en Amatisteros, que estaba anegando las calles.
A finales del siglo XIX, con las mortíferas inundaciones aún recientes, el ingeniero Javier Sanz había desarrollado un proyecto para encauzar Amatisteros desde su confluencia con la de Iniesta a su desembocadura con la de Belén, a la altura del llamado “Pilar de los Arquitos”, que estaba frente a la calle Murcia donde se instaló el kiosco de los “garbanzos torraos”. Como todo en Almería, aquello se demoró en demasía y aunque cinco empresarios presentaron pliegos a la subasta de la obra, tasada en unas 10.000 pesetas, fue necesario un plan de donaciones públicas encabezado por la Reina Regente. Con ese dinero se impulsaron los trabajos y se construyó el Barrio de la Caridad y el Malecón de los Jardinillos. Luego levantaron los espesos muros de mampostería del cauce, que demostraron muchas veces su solidez y buena construcción.
Amatisteros, lejos de su fama de rambla peligrosa, también impulsaba la vida de los almerienses que vivían o trabajan por allí hace más de un siglo. La “Sociedad Económica de Amigo del País” construyó junto al cauce un asilo nocturno para pobres; se abrió un pozo de agua potable en el cortijo “Quitapesares”; el bodeguero Juan Idáñez Domínguez vendía en 1905 su afamado vino tinto o el político y comerciante Antonio González Egea era propietario del “Cortijo del Carmen”; existían parras frondosas y palmeras con dulces dátiles como las de los empresarios agrícolas Antonio Gálvez Fernández o Mariano Torres Martínez. Hasta maniobras militares se efectuaron en su cauce, como las de Infantería de Marina en noviembre de 1909. Juana Cassinello Núñez cedió, en 1962, terrenos en la zona media de Amatisteros para construir 33 viviendas sociales.
Amatisteros llevó, en marzo de 1923, su nombre hasta la prensa de la lejana Serbia. Jorge Gfeorgevitch, un ciudadano de ese país llegó a Almería con osos y otros animales salvajes amaestrados y acampó en el cauce la rambla. Su bravuconería la empleó contra otros miembros del circo, que le denunciaron en comisaría. La Policía descubrió que el serbio fue el autor de un asesinato en Portugal además de autor de otros delitos y estar reclamado por la Dirección General de Seguridad. También Amatisteros fue escenario de un terrible suceso en septiembre de 1962, cuando un sujeto de 45 años, Manuel Beltrán Moreno, apuñaló a su suegra, María Gómez Hernández, y la dejó con heridas gravísimas. Los vecinos contaron que en la casa vivían siete menores y que el agresor sacó una navaja y se la clavó a su madre política en el vientre, al mediar en una trifulca marital.
Por aquellos años sesenta, la Rambla estaba canalizada y no había posibilidad de desbordamiento, pero el peligro de riadas se centraba en los vehículos y objetos que se dejaban en el cauce y podían ser arrastrados hasta la playa de las Almadrabillas. También se reclamaba la construcción de una pasarela o puente en lo que era el badén de la confluencia de las ramblas Amatisteros y Belén. Al final, se asfaltó en 1969 y así estuvo hasta la urbanización de finales de siglo XX.
La nueva Rambla Amatisteros fue inaugurada el 13 de junio de 1996