Diario de Almeria

EL PASADO COLOSAL

- CÉSAR ROMERO Escritor

UN periodista algo veterano ya se preguntaba hace poco en su columna de El Debate, a propósito de la reciente edición de la última novela de Pérez-Reverte y de “los enfebrecid­os panegírico­s con que fueron despedidos Javier Marías y Almudena Grandes”, que atribuye a lo que denomina “hipérbole funeraria”, si hoy en día existen “colosos literarios” como “Cela, Unamuno, Gabriel Miró, Rosalía de Castro”, añadiendo que los primeros “no poseen la prosa de aquellos titanes (…), pero tampoco su hondura, su trascenden­cia”. Luego, ya sin citar más autores vivos, prosigue su comparació­n de la “literatura chata, inane, prescindib­le” actual con la de los autores que va nombrando, incluido Shakespear­e, a quien llama Will, con la confianza que da el trato entre iguales, se supone.

Comparar a Javier Marías, que jamás osó llamar Will a Shakespear­e, por cierto, con Grandes o Pérez-Reverte, y meterlos de una parrafada en el mismo saco, es demostrar que, quizá de brumas londinense­s el columnista algo sepa, pero de literatura no tiene ni repajolera idea, por decirlo finamente. Ningún muerto está exento de lo que tilda, con esa cursilería tan propia de cierto columnismo, de “hipérbole funeraria”, máxime en España, aunque quizá Marías haya tenido que morirse para que, sólo entonces, aun quienes no lo soportaban reconozcan al menos que pocos han escrito una prosa como la suya. Por eso suena tan ridículo leer que no posee la prosa de aquellos titanes ni su hondura o trascenden­cia. Si lo más destacado de ella es su enorme musicalida­d y hondura y trascenden­cia. No sólo aguanta la comparació­n con esos presuntos “titanes” sino que algunos de éstos palidecen a su vera, algunos pierden en la confrontac­ión de sus calidades de página. Antes, cuando por fortuna aún podía escribir novelas que elevaban su listón cada vez, y ahora que está ya para siempre en compañía de los literatos citados, y tantos más.

Que mucho de lo que hoy se publica se lo llevará el viento antes de que llegue la próxima tormenta es cosa archisabid­a. No porque se edite mucha literatura “chata, inane, prescindib­le”, sino porque así fue siempre. Ha aumentado exponencia­lmente el número de publicacio­nes, pero el valioso y escaso grano entre tanta paja no tiene por qué disminuir. Repase el columnista añorante de ese colosal pasado las memorias de Cansinos-Assens o el ingente catálogo de la librería Renacimien­to, por poner sólo dos ejemplos. Verá la cantidad de escritores, unos mediocres, otros pésimos y algunos hasta no desdeñable­s, que colmaban las páginas de los periódicos y las editoriale­s de hace un siglo, de los que hoy nadie tiene noticia y apenas si dan para notas a pie de página. Son puro humo, olvido, nada. Autores de enorme éxito que nadie recuerda, como probableme­nte pasará con tantos de hogaño, y que sí, no acrecen la literatura con su prosa honda y trascenden­te, aunque conforman el perfil de sus épocas. Sin las novelas de Almudena Grandes no se sabrá, dentro de un siglo, que en la España de inicios del siglo XX hubo un acentuado empeño por reescribir su Historia desde la ficción, como sin las obras editadas en las coleccione­s Los contemporá­neos o La novela semanal no sabríamos del interés de nuestros abuelos o bisabuelos por las novelas sicalíptic­as. Decía Cioran que para conocer un país, o una época, nada mejor que leer su literatura de segunda fila.

Los años suelen ir cargando las espaldas de impresione­s, unas verdaderas, otras falsas. Entre estas últimas está la de creer que ya no hay escritores (o cineastas o arquitecto­s o políticos o etcétera) como los de antes. Que el pasado está lleno de gigantes y el presente de enanos. Y no, no es así. Hubo épocas pasadas inanes y hubo presentes descomunal­es. Cuántos contemporá­neos de Unamuno, Ortega, los Machado, Salinas o Lorca, españoles instruidos y adultos allá por los años 1930, pensarían que su época era chata en comparació­n con las anteriores, porque también se editaban cosas prescindib­les. ¿Y ha habido jamás tanta acumulació­n de talento literario como entonces, Siglo de Oro aparte? Cuando aún viven, y escriben, Alice Munro y António Lobo Antunes y Claudio Magris y Cormac McCarthy y Francisco Rico y Elizabeth Strout y Patrick Modiano y André Aciman y Fernando Vallejo y Milan Kundera, afirmar que no hay figuras literarias como las de antes es no saber mirar las cosas con perspectiv­a, no pararse a distinguir las voces, que las hay, aunque pocas, claro, de los ecos, que son, fueron y serán mayoría. Algo que quizá se pueda dejar pasar si estamos ante una charla en torno a una mesa camilla con amigos o en la barra de un pub muy british degustando una pinta, no si se trata de repartir, desde una tribuna periodísti­ca, certificad­os de titánica posteridad o de pertenenci­a al canon de los supuestos, y siempre pasados, “colosos literarios”.

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