GERARD Y PIQUÉ
EL miércoles apareció en todos los medios, deportivos y generalistas, escritos y electrónicos. Gerard Piqué había sido expulsado durante su último partido, en el túnel de vestuarios, por dirigir duras y ofensivas palabras al árbitro. El suceso, símbolo excelso de fidelidad blaugrana, de paso inauguraba su carrera a la presidencia del club. Al día siguiente fue entrevistado por Ibai Llanos, garantía de máxima audiencia. Aclaró la conversación con el árbitro, lo que abrió un nuevo hilo polémico y reforzó su imagen como mártir del centralismo deportivo. La entrevista, además, aportó unas cuantas ideas variadas, limítrofes como siempre.
En la jornada siguiente el foco de atención se desplazó hacia ellas, reforzando en esta ocasión su aura de modernidad atrevida, su implicación en los cambios profundos de todo lo que toca, desde el formato de la mítica Copa Davis hasta los e-games o la comunicación virtual. Mientras redacto estas líneas seguro que está empezando a engrosarse otro vínculo de Piqué con los medios de comunicación. Cuando decae el fútbol, siempre queda su vida con Shakira como refuerzo de lujo par ano abandonar el escenario.
Contra las apariencias, el personaje Piqué no me resulta en absoluto grato. Presuntuoso, pendenciero, provocador, en suma, un macarra de barrio pijo que resulta bastante repulsivo. Eso sí, no deja a nadie indiferente, en un sentido o en otro.
Desde el punto de vista comunicativo, sin embargo, el personaje Piqué me parece interesantísimo. Es un habilidoso lanzador de mensajes, siempre vectoriales hacia objetivos concretos, mediante frases cortas, claras e inequívocas, destinadas a provocar reacciones contundentes que, como en el caso de su expulsión, mantengan un recorrido prolongado en los medios. Ha conseguido, además, la trasposición de contextos, de manera que aparece en los programas deportivos, pero también en la televisión canalla y festiva, en los de salsa rosa, incluso en los políticos, sin aclarar por completo su ideología en este último caso. Todo ello va en consonancia con esa imagen ecléctica y multimodal del emprendedor adinerado capaz de abrir nuevos mercados y, más aún, de hacerlo de manera más que exitosa.
Llegados a ese punto, ya transitamos por encima de los gustos. Ha de reconocerse que el personaje Piqué ha sido un acierto completo, capaz de sortear con ventaja los vericuetos intrincados de la nueva comunicación, proyectando de manera más que eficiente a Gerard en sus diversificadas encomiendas. Es uno de los reyes indiscutibles de la comunicación de masas en nuestro entorno, con una capacidad excepcional para sacar máximo provecho de su profesión como futbolista.
Es un habilidoso lanzador de mensajes, hacia objetivos concretos, mediante frases cortas, claras e inequívocas