Malversar o defraudar
Para defender la rebaja de la condena, sostiene Rufián que «no se pueda utilizar el Código Penal como un castigo ideológico», en referencia a quienes pusieron urnas para un referéndum, y no se llevaron ni un euro al bolsillo. ¿Qué pasa entonces con personajes tan aviesos como Jorge Fernández Díaz, que tampoco se llevó dinero, pero presuntamente malversó para crear una “policía patriótica” y urdir pruebas falsas contra la oposición y pulverizar pruebas incriminatorias de la corrupción de su partido? Cuando el dinero público se destina a fines que no son los presupuestados, se rompe el principio de confianza en la gestión; y si se abre el melón de reducción de penas en la malversación, se abre la puerta a miles de corruptelas para robar a manos llenas; y eso sí que defrauda nuestra esperanza. Miguel FernándezPalacios Gordon (correo electrónico)
Ya estamos de vuelta
Somos de esa generación que nunca aprendimos idiomas, a los sumo el Francés que dabas en el bachillerato. Hoy día si no sabes inglés eres un paria y no vas a ninguna parte, aunque todavía hay frases que te abren muchas puertas o al menos a mí me sigue funcionando. El Inglés abre muchas puertas, pero no tantas como “soy yo, abre”. Cada mañana que te miras al espejo y ves tu rostro impregnado de las cicatrices del día anterior, te preguntas una y otra vez qué hemos hecho para tener esta mierda de gobernantes y políticos que lo único que quieren es joder al personal, sean del color que sean y canten la canción que canten. Bebamos pues, aunque solo sea para olvidar por un momento que les conocimos. Poco bebemos para lo mucho que hay que tragar. Siempre, pero siempre quisimos ser mayores, queríamos bebernos la niñez y la juventud no a sorbos, si no a borbotones, casi hasta atragantarnos y todo para qué. Ahora ya somos mayores, algunos muy mayores, demasiado diría yo y sin embargo añoramos aquellos años de inocencia y ternura, vivamos el presente. Os acordáis cuando queríamos ser mayores. Qué tontos éramos. Para la mayoría, la democracia sería poder decir lo que crea conveniente contra quienes sean, poder leer lo que me apetezca, escribir lo que quiera, sin ser amenazado, insultado o menospreciado, si se me ocurre rozar ciertos temas. Y sin ser insultado por quienes son tan víctimas como yo, pero más adoctrinados que yo. Expectante ante estos nuevos partidos que se avecinan en el horizonte, unos regalan carnet de demócratas y otros de juventud, pues se ve que los mayores ya no servimos ni para pensar.