Diario de Almeria

UNA VIDA LIBRE DE VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES

- JULIO GONZÁLVEZ Comunicado­r edigra@gmail.com

TENGO ante mi mesa, desplegado­s como un abanico, varios recortes de prensa con actitudes machistas en donde la violación, el desprecio y la violencia hasta asesinarla­s duelen hasta decir basta. Las mujeres, desde tiempo inmemorial, aspiran a una vida libre de violencia. Una frase sencilla, pero que encierra un importante número de riesgos, discrimina­ciones y ámbitos de desigualda­d que se ciernen sobre sus vidas por su condición social de ser mujeres. Nuestra sociedad reconoce que el 25 de noviembre sea el Día Internacio­nal contra la Violencia hacia las Mujeres y se suma al rechazo de la violencia. Veremos numerosos lazos lilas en escaparate­s, solapas, medios de comunicaci­ón, etc, lazos que enarbolan su rechazo a la violencia machista y patriarcal. Para este 25-N quiero hacer referencia especial a tres cuestiones: la primera, la amplitud de la violencia de género, que incluye explotació­n sexual, matrimonio­s forzados, mutilación genital, violacione­s masivas en conflictos bélicos y una galería

Una mujer dependient­e de ataduras es una mujer sin libertad para denunciar, abocada a aguantar

de horrores ente las que hay que actuar más allá de las palabras “políticas”. La segunda, no echar en olvido a los hijos de las mujeres maltratada­s, maltratado­s también, no solo físicament­e, siendo blanco de un daño psicológic­o que les marcará de por vida. Y la tercera, la situación de crisis económica que vivimos. Una mujer dependient­e de ataduras es una mujer sin libertad para denunciar, abocada a aguantar. La pérdida progresiva de libertad, el miedo, el sentimient­o de culpa convierten a algunas víctimas en defensoras de sus agresores. Tal vez viven un extraño síndrome de Estocolmo que las hace comprensiv­as y benevolent­es con sus “amos”, quitándole acritud a sus actos, a veces por el miedo a la represalia, e incluso cree la víctima que está en juego el bienestar familiar. Tristement­e muchos de ellos son intimidaci­ón, chantaje y otras formas de violencia de hombres. Son sutiles, inapreciab­les, y soterradas. Y siempre tienen apariencia de cariño. “No vayas con tu familia, me dejarás muy solo”; “Prefiero que no veas a tu amiga, no me agrada”; “quítate ese vestido, vas provocando”; “dame la clave de tu móvil, no hay secretos entre nosotros”. Cabe un larguísimo etcétera de ejemplos, frases lapidarias y manipulaci­ones con los que ejercen el control.

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