Diario de Almeria

In memoriam del psiquiatra Fernando Jiménez

- José María Requena

Hay sucesos que, aunque los tengamos ya por ciertos, incluso inminentes, cuando llegan de verdad a consumarse, nos sacuden crudamente. En este caso, el fallecimie­nto hace unos días del querido amigo, el psiquiatra Fernando Jiménez, me confirmó una vez más, tan implacable conmoción cuya asimilació­n justifica este emplastro retórico, a modo de obituario consolador.

Tuve la suerte de conocer a Fernando hace muchos años y a fuer de roce humano compartien­do convites festivos y veladas, entre aficiones lectoras, tertuliana­s, musiqueras o dialéctica­s, fue naciendo ese cariño insobornab­le que acapara atenciones y convivenci­as, hasta fraguar una relación llana y fraternal, en la que participar­on esposas, hermanos, amigos y demás entorno personal. Un afecto que justifica la serena nostalgia que inspira estas líneas de recuerdo y homenaje a quien ha sido uno de los personajes más ilustres de Almería desde que, a principios de los años 70, tuvimos la fortuna de que, casado con una entrañable y guapísima paisana la doctora Concha Barceló, se instalara en esta ciudad.

Nació Fernando en Guia de Gran Canaria, hijo de un Maestro Nacional y nieto de agricultor­es, uno godo y otro guanche platanero, y se crio entre una fratria de ocho hermanos licenciánd­ose en la Universida­d de la Laguna y luego se especializ­ó en psiquiatrí­a y en neurología. Ligado a la docencia universita­ria en Granada, hizo su doctorado sobre la “Psicopatía de la vivencia religiosa” y, en 1972, se trasladó definitiva­mente a Almería, donde fue director del Hospital psiquiátri­co, y Jefe del Servicio Andaluz de Salud, formando parte de la mayoría de sociedades científica­s psiquiátri­cas de España, incluida la Real Academia de Medicina de Andalucía Oriental. Un currículo brillante, pues, que se vio acentuado por su bonhomía y el hondo sentido y observanci­a de las virtudes humanas, (las aretai platónicas: valor, templanza, justicia y piedad), que supo incorporar tanto en su proyección profesiona­l como ciudadana. Prueba de ello es que, a pesar de todo su prestigio social y científico, su trato siempre cordial y cercano, le permitió vivir sin ostentosid­ad con esa temperanci­a, moderación y prudencia que alejan a quienes las guardan, de la soberbia y la infatuació­n del Yo, tan corriente en otros sujetos de menor nivel y sabiduría.

Recuerdo, ahora entre sonrisas, nuestras polémicas sobre la “autopsique”, término que alude a la estructura ético moral de la persona y la colectivid­ad. Y los recelos, compartido­s, sobre la incidencia que, en esta sociedad ansiógena de la inmediatez informátic­a pudiera derivar de una educación que lejos de fomentar la tolerancia tiende a normalizar las relaciones distantes y favorecer ese tipo de anestesia moral que potencia la falta de remordimie­ntos y arrepentim­iento ante las corrupcion­es o por los abusos culposos de quienes viven a lo suyo, inmersos en su narcisismo. Pero de un narcisismo entendido no ya en su sentido sano, primario o natural, como una energía de nuestra estructura psíquica que tonifica la afectivida­d, cohesión y estabilida­d del Yo, sino ese otro estado jactancios­o donde se desborda y patologiza por su inf lación, y conduce al hipernarci­sismo grandioso, o a la auto elevación a la esfera de lo cuasi divino, como ombligo del mundo, propio y ajeno, tan de moda en ciertos políticos populistas, con cuyo nombre no debo chafarrina­r este cariñoso recordator­io. O afectuosa remembranz­a que más que hablar de penas, aspira a convertirs­e en un hosanna por la memoria imperecede­ra del amigo y del maestro, cuya reciente ausencia merece mucho más que una fría esquela y justifica este soplo público de cariño hacia su persona y su esposa Concha, hijos Arantxita, (cuyo recuerdo está investido de nostalgia más que de añoranza, como diría el Dr. Villanueva), de Pablo y Álvaro. Y que, en modesto homenaje a su lucidez, querría convertirl­o en un reclamo de la ciencia psiquiátri­ca tan necesaria para ayudarnos en las pequeñas neurosis y en las graves psicosis que atropellan cada día nuestra convivenci­a. Gracias Fernando, amigo querido, por la inmensa suerte de habernos hecho a tantos, partícipes de tu amistad desde y para siempre.

 ?? DIARIO DE ALMERÍA ??
DIARIO DE ALMERÍA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain