Diario de Almeria

LLEGAR A CASA EXHAUSTO

- GUILLERMO DE JORGE Escritor @guillermod­ejorge

LLEGAR a casa exhausto, con la miel de la derrota entre los labios. Los brazos ajados sobre la curvatura del cuerpo, despedazad­os; a veces, en cruz; otras, en jarra; pero siempre en posición, como un obús, esperando la orden para precipitar­se sobre el vacío en busca de la mano tendida del otro. Aquí es el último ser humano quien proclama la parte de mujer que le pertenece, la parte del trigo y de las espigas que debe llevarse a la boca, el silencio que una vez más nos acalle al borde de la locura -pues sólo

el silencio es quien nos redime y el tiempo quien nos juzga.

Acabar con los restos de tu cuerpo en casa. Con la piel a tiras, con la respiració­n entre cortada, jadeante, con los pulmones rendidos, amoratados y cárdenos de ti, amor; moviéndose trémulos, palpitando, tiritando en su habitual ejercicio de expirar el máximo posible de aire para oxigenar los músculos, para preparar la próxima contienda, para estar a punto para el próximo combate -no hablo de la guerra ni del conf licto. Hablo de la lucha, de la pugna en contra de nuestros demonios y de nuestros miedos que en la oscuridad de la noche vuelven a preguntar por cada uno de nosotros.

Llegar a casa cansado, sí, pero con los ojos inyectados en sangre, con el corazón

por la boca, removiéndo­se, revolcándo­se, asaltando las regiones más íntimas; con los músculos agarrotado­s, con espasmos, con tirones, con agujetas, pero siempre en busca de la luz. Siempre en guardia para perseguir la mirada cómplice de aquellos a los que realmente quieres y amas. Los que siempre están, ahí, expectante­s. Los que en silencio te esperan a pesar de los fracasos y del hundimient­o. Los que siempre tienen algo que dar, a pesar de la podredumbr­e del hombre; los que siempre guardan una sonrisa para a ti, a pesar del mundo y de sus tórridas luces, las mismas que amenazan con volcar. Los que siempre tiene un sol amarrado entre sus manos.

Llegar a casa, sí, amor. Llegar y ver que aún queda un reducto en este dulce infierno que es la vida. Intacto, inquebrant­able. Alzado al cielo y a las olas de tus brazos. Siempre alerta. Llegar a casa y ver que aún existe un imperio al borde de los labios que quiere ser descubiert­o, que desea ser abordado por el asombro y la luz, por la belleza y el milagro de tus pupilas, que está dispuesto a ser conquistad­o por el milagro y la belleza que nos asalta, como cuando es la ternura quien sale de casa a recibirnos.

Llegar y ver que aún queda un reducto en este dulce infierno que es la vida. Intacto, inquebrant­able

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