Diario de Almeria

HABERLAS HAYLAS

- ANTONIA AMATE Abogada amateaboga­da@yahoo.es

ABRIÓHabía arrastrado sus pies cansados por los largos pasillos de la vida, y sus ojos habían visto demasiadas cosas, pero hoy era feliz: creía en las hadas. A lo largo de su existencia entró en cada una de sus salas con prisa, con deseos de salir antes de haber entrado, como si devorándol­o todo del tirón fuese a llegar antes a algún destino. De la infancia solo conservaba recuerdos lejanos, que con el tiempo pasaron a ser más bien sensacione­s e imágenes nebulosas, dudando a veces si alguna vez fueron realidad o fruto de su imaginació­n, puertas que se cerraron paulatinam­ente dejando solo un poso en su memoria. La juventud la sorbió a grandes tragos, bebió, bailó, estudió, luchó por causas perdidas y se enamoró de la chica más deliciosa. De esa etapa, sin embargo, no olvidó casi nada, las cicatrices le duraron toda la vida. Se tocó el pecho, y aún dolía: su primer amor, la mujer a la que nunca olvidó y que lo dejó por su mejor amigo, se le quedó grabada como una asignatura pendiente. De esa estancia también salió rápido, pronto se casó, fue padre de tres hijos, trabajó sin tregua, se compró casa y terreno en la playa, y un buen día se descubrió las primeras canas. Se mesó el pelo, y en ese momento se dio cuenta de que aquel descubrimi­ento no le hizo mucha gracia,

pero la carrera por llegar a la meta, le hizo ignorar lo lejos que estaba de la casilla de salida. El divorcio fue sangrante, aun sufría cuando recordaba la separación de sus hijos, verlos a golpe de calendario, tantas soledades y silencios que hicieron de esa época la más dura de su vida. Este recuerdo era uno de los más hirientes, la estancia más larga y sombría, en la que nada hizo porque no fuese así, depuso las armas, se quitó la coraza, y se dio a la bebida. Sus hijos, que cada vez lo veían menos, se dieron cuenta de la tristeza que asomaba a sus ojos y recordando su amor incondicio­nal

hacia ellos, trataron de remolcarlo hacia la orilla. Recordó cómo no le dejaron solo en ningún momento, y él que iba a hacer, si no seguirles, como había hecho siempre? Se acababa de tomar el primer café de la mañana, cuando sonó el timbre de la puerta: Buenos días amor- escuchó con toda claridad. Dio un salto del sillón y salió a su encuentro, estaba bella con su melena casi blanca, sus zapatos de bailarina y sus pitillos elásticos, por un momento la vio como la adolescent­e de la que se enamoró con quince años, su asignatura pendiente!. Él alzó el mentón, metió barriga y abrazó por la cintura a aquella mujer que le había devuelto a la vida. Los dos habían recorrido por separado el largo camino de su existencia, entrando y saliendo por estancias equivocada­s, pero desde su reencuentr­o supieron que esta era la verdadera, de ahí solo saldrían juntos y por la fuerza, las segundas oportunida­des son como las hadas del bosque, alguien las ha visto?, pues haberlas, haylas.

Él alzó el mentón, metió barriga y abrazó por la cintura a aquella mujer que le había devuelto a la vida

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