MIRAR HACIA DELANTE
EL fútbol se caracteriza por su desigual distribución de participaciones y, sobre todo, de responsabilidades. Cuanto más alejada del núcleo central está tu posición sobre el césped, menos intervienes, pero más focos acaparas. Así, de los defensas y los centrocampistas solemos tener noticias siempre, pero de los porteros y delanteros podemos olvidarnos en función del choque. Mientras el equipo grande suele permitirse el lujo de hacer que su guardameta apenas intervenga, otros como el Almería abusan de la participación de su cancerbero, alcanzando su máximo exponente en días como el del
Metropolitano, donde Fernando estuvo pluriempleado —y muy acertado—, todo lo contrario que un Luis Suárez al que no hubo que sacar ni de su envoltorio, marchándose impoluto merced a un planteamiento ultraconservador de Rubi. Así, el encuentro sirvió para devolver a Fernando al número dos de porteros que más paran de la competición, un honor en lo individual y un horror en lo colectivo. Con 105 intervenciones, el murciano se está destapando como el jugador más diferencial del Almería y, a su vez, está dejando al aire las miserias defensivas del equipo. Porque a este buen puñado de paradas hay que sumar el medio centenar de goles que los andaluces han encajado, a una media de casi dos por partido, lo que hace que, entre tantos e intercepciones, Fernando esté más en la foto de lo que debiera. A estas alturas poco queda más que resignarse: para ganar un choque, los rojiblancos deben anotar, al menos, dos goles, cuando no tres o cuatro. Es así. Las responsabilidades habrá que exigirlas a final de temporada, ya que si ningún sistema funciona es porque falla la materia prima. Pero eso no exime de deber a Rubi, al que habría que pedirle que, viendo que el drama defensivo no va a terminar, al menos deje los complejos e imprima valentía a los suyos. Sobre todo, lejos del Mediterráneo. Más que nada, porque lo de delante parece ser más fiable que lo que hay detrás.