LA EXCELENCIA DE MANUEL PEÑALVER
HOY es un día triste para mí, para Almería, la Universidad, su pueblo natal Castillo de Locubín, su familia, los amigos y para todos los que aman la palabra: ha muerto el filólogo, el catedrático, el poeta y el periodista, pero por encima de todo, un gran ser humano: Manuel Peñalver Castillo. En recuerdo de su amistad, reconociendo en él al intelectual y erudito que fue, y del cual hemos de aprender todavía después de su muerte tantas cosas, sirvan estas líneas que escribí tiempo atrás, para que nunca habite el olvido.
En el periodismo, como en todo oficio, ocurre que ni están todos los que son ni son todos los que están. A veces nuestra admiración hacia determinadas profesiones o personas traspasa los límites de una provincia, de una región o incluso las fronteras entre países creyendo encontrar fuera la excelencia, cuando en realidad esa búsqueda no sería necesaria si abriéramos bien los ojos y observáramos nuestro entorno con verdadera delectación. Y digo esto por sentir que, en esa realidad nuestra, tan cercana, ignoramos lo trascendente. Nos distraen los fuegos de artificio, la mediatez de las cosas, la parafernalia con la cual pretenden abducirnos, distrayéndonos así de todo aquello que es importante, vital diría yo. Es un hecho constatable que en la prensa actual almeriense destacan respecto a otras colaboraciones las columnas periodísticas del profesor y catedrático de Lengua Española en la Universidad de Almería, Manuel Peñalver Castillo, jienense o jaenés nacido en el bello pueblo de Castillo de Locubín. Creo que es hora de reconocer en él al verdadero columnista que, en cada Tribuna del Diario de Almería, nos recuerda, siguiendo la estela de los más grandes artífices de este difícil género, como Larra, Camba, Umbral, González Ruano, Manuel Alcántara o Martín Ferrand, que ese corto espacio que no alcanza las setecientas palabras, es suficiente para crear un universo propio, donde el respeto, el libre pensamiento y la palabra confluyen para edificar un portentoso monumento a la cultura. Manuel Peñalver es al mismo tiempo ese clarividente escritor y filólogo, como un magnífico comunicador. Y quien quiera constatarlo solo tiene que leer sus columnas, adentrarse en la pureza de su palabra diamantina, ahondar en su extraordinario bagaje histórico y literario para darse cuenta de que nada tiene que envidiar a otros columnistas de la prensa nacional, y que, aunque su voz fluye desde una pequeña capital de provincias como es Almería, no me duelen prendas en ponderar su gran personalidad como escritor y columnista. Sin embargo, el Diario de Almería es su hogar, el espacio que da voz a su opinión, a sus honestos artículos, vitalistas unas veces, irónicos otras, culturalistas siempre, pero extraordinariamente certeros y pasionales. Se podrá estar o no de acuerdo con él, pero es evidente que sus artículos, por beber de la más noble y elocuente tradición periodística, consiguen la admiración del lector, pues aportan sabiduría y compromiso, y eso es algo que pocos columnistas actuales poseen.
Los artículos de Manuel Peñalver desbrozan todo aquello que es trivial o baladí para profundizar y adentrarse en el verdadero tuétano de las cosas y la realidad que le rodea, y lo hace con tanta delicadeza y magisterio que, la delectación de su lectura está siempre garantizada. La semántica de la palabra en Peñalver es una continua fiesta y adentrarse en sus a veces mansas y otras procelosas aguas es una maravillosa experiencia. No hay que volar lejos, porque el escritor de pura raza, creador de universos lingüísticos y gramaticales insospechados nos convoca a leer sus siempre espléndidas y sabrosas “tribunas” en el Diario de Almería. Si comparáramos los artículos de Manuel Peñalver con otros de colegas suyos que escriben en periódicos de gran tradición articulista como el ABC, El País o El Mundo, podríamos concluir que los de Peñalver contienen elementos más que suficientes para considerarlos de gran altura, no solo periodística, sino también y tal vez más importante, literaria. Decía Larra que, «en un país donde la literatura apenas tiene más premio que la gloria, sea ése siquiera lo más lato posible; acostumbrémonos a honrar públicamente el talento, que ésa es la primera protección que puede dispensarle un pueblo, y ésa es la única también que no pueden los gobiernos arrebatarle».
La triste realidad es que ya no podremos leer en el Diario de Almería sus magníficos artículos, ni podremos apreciar su hondura de pensamiento, ni podremos comprobar su capacidad de síntesis “En menos que canta un gallo”, porque Manuel Peñalver Castillo se nos ha ido para siempre. Sin embargo, nos queda su extensa y genuina obra, que podremos disfrutar cuando lo deseemos.
Descansa en paz, queridísimo amigo.