RACIÓN DE CEMENTO
EN el Almería-Elche le dejé un abono a un amigo. El partido era el martes a una hora demencial y me sobraba un carné.
Sabía que el club ofrecía la posibilidad de canjearlo por una entrada, pero la web no me dejó y tampoco le di mayor importancia. Toma el abono y pasa el torno, fue el resumen. Esta era la teoría. La práctica se complicó. Un miembro de la seguridad privada del estadio, siempre en pro de la justicia, paró a mi acompañante, supongo que al percibir sus dudas a la hora de pasar el código QR o qué sé yo y, al ver que no era dueño del carnet, lo echó. Sin más. Drástico. Impasible.
Porque amargarle la tarde a un ser humano no es nada comparado con el honor de impedir que alguien cometa el grave delito de animar a su equipo con un carné prestado. Un héroe. El fin de semana previo, entrando al Bernabéu para el Real Madrid-Almería, estuve a punto de ser testigo de cómo otra aficionada se quedaba sin acceder por no llevar identificación. Dejarse la cartera en la habitación casi le costó un viaje de mil kilómetros, 40 euros de entrada y una noche de hotel. Tras buscar desesperadamente ante la indolente actitud de los de seguridad, encontró una foto de su DNI en el móvil y pudo pasar. Esta semana, varios hinchas rojiblancos que ni son abonados ni viven en Almería se han quejado porque no podrán acompañar a su equipo en Pamplona debido a que, para ello, tendrían que cumplir ambos requisitos. El primero, porque solo tienes derecho a una localidad visitante si posees tu carné. El segundo, porque las entradas se recogen en el Mediterráneo en formato físico. Así es el fútbol en 2023. Habrá quien venga a hablarme de seguridad. De la necesidad de tenernos identificados y no sé qué rollos. Yo lo veo como los que exprimen y los que somos exprimidos. Horarios infames, precios abusivos y trabas burocráticas para acceder a un estadio. Esto, quizás, terminaría con una buena ración de cemento. Tener la grada llena en cada partido los malacostumbra.