MÁS ALLÁ DE VINICIUS
EL President observó un instante la Plaça de Sant Jaume, abarrotada, expectante, en silencio contenido y ceremonioso. Descendió con solemnidad la escalinata. En la puerta los Mossos de Guardia se cuadraron y lo saludaron. Prosiguió con calma hasta el centro de la plaza. Miró a su alrededor, sin alterar el rictus, hasta que finalmente se postró de rodillas. Rezó brevemente y luego pidió perdón por las generaciones de charnegos que habían sido víctimas de racismo en su tierra. Sobre su espalda sintió la palmada, volátil y reconfortante, de Willy Brandt. El President era consciente de que el miedo a lo distinto había recorrido la historia humana, sin distingos y adquiriendo las manifestaciones más diversas. En algunas religiones había alcanzado estatus de dogma de fe, hasta el punto de expulsar a sus feligreses cuando cedían a la tentación de los matrimonios mixtos. Otras veces se trató de exterminar a pueblos enteros en nombre de la pureza étnica. Conocía igualmente la existencia de castas tan inferiores que habían sido privadas de su condición humana. En las sociedades industriales, sobre los migrantes recayeron toda clase de estigmas, continuados y pertinaces, como la lluvia fina que termina
Cuando se levantó, de vuelta al Palau presidencial, salió de entre la multitud Vinicius Jr. para estrecharle la mano
empapando los cuerpos. Ahí estaban sus andaluces, murcianos, extremeños, gallegos y castellanos, desde hacía más de seis décadas. Después llegaron otros, ya de cualquier parte del mundo. Cuando se levantó, de vuelta al Palau presidencial, salió de entre la multitud Vinicius Jr. para estrecharle la mano. El President le agradeció el gesto y, sobre todo, que hubiera destapado la caja de los truenos, con una repercusión auténticamente mundial. Naciones Unidad, The Times, Nike, todos se habían implicado en favor de la causa. Lo había hecho incluso el gobierno de Brasil, posicionándose públicamente contra el racismo, a pesar de tenerlo en su agenda de tareas pendientes dentro del país. Sin duda, era fundamental que personas, con tanta repercusión en todos los sentidos, adoptaran posturas firmes y con implicación inequívoca en estas luchas. Detrás de Vinicius Jr., a fin de cuentas, una estrella deportiva de calibre mundial, hay millones de personas que sufren esas vejaciones, u otras similares, a diario, anónimamente y sin amparo. Desde luego, el impulso del movimiento de estos días no debe detenerse y había de alcanzar hasta el último rincón de la sociedad, en los grandes gestos, pero también en la cotidianidad más nimia y, por supuesto, en sus principales dominios simbólicos. España volvía a ser un mal ejemplo. En su día llegó a acoger a racistas tan irredentos como Arzallus o Pujol dentro de su parlamente democrático. A veces le costaba comprender lo que sucedía en España. O casi siempre, dicho sea de paso.