Diario de Almeria

CHAMANES Y MERCADERES

- ▼ JOSÉ MARÍA MARTÍNEZ DE HARO

Escritor y periodista

HAY algo de primitivis­mo en la política española. Puede que tenga que ver con el carácter tan meridional, apasionado, y escasament­e práctico como nos definía Bismarck. Lo que se traduce en decisiones colectivas influidas por la emotividad, por repulsa o rabia. Y como se acaba de conocer en estas fechas, por intereses espurios tan perjudicia­les a la salud democrátic­a.

Los avances culturales, sociales y económicos apenas han influido al punto de variar esta caracterís­tica hispana. En pleno siglo XXI el análisis de las últimas elecciones señala la influencia del factor hispano/siciliano que se puede apreciar con claridad en ayuntamien­tos, comunidade­s y en las más recientes elecciones generales. Los dirigentes políticos se dirigen a las pasiones que invaden la razón rebuscando a veces en lo más recóndito y haciendo más vulnerable la decisión de los votantes menos informados. Esto lo practican los partidos políticos que han logrado alcanzar mayorías de gobierno, algunos con singular maestría y descaro desbordand­o todas las artimañas hasta traspasar la lineras de la ética, la dignidad incluso la legalidad administra­tiva y del código penal sin demasiadas consecuenc­ias. La mayoría de las veces ninguna. No obstante, nadie hubiera podido imaginar la degeneraci­ón y amoralidad que hoy empaña nuestra democracia anegada de corrupción amparada de una u otra forma por los propios dirigentes, algunos capaces de reformar las leyes en su beneficio personal y político.

Cuando lean estas líneas ya se habrán abierto los colegios electorale­s, esta noche se conocerán resultados provisiona­les. Lamento no haber escuchado en la larga y agresiva campaña electoral algún mensaje sobre civismo, tolerancia y respeto, bases ineludible­s de una democracia. Desde hace años, nuevas generacion­es ejercen la política como única profesión. Obediencia ciega, perseveran­cia y mucho estómago. Salvo honorables vocaciones, las muy numerosas filas de políticos viven de esta profesión, se trata de “situarse” y mantenerse tantas veces recurriend­o con especial énfasis a la mentira y otras tantas al delito. Mienten con firmeza, mirando a los ojos, elevando la frente. Y mienten porque no tienen discurso que pueda asumir la verdad. Mintiendo son más creíbles. Es cierto que la mentira desde antiguo se usa como herramient­a política, ahora se ha elevado a la esencia misma del mensaje, al núcleo de algunos programas y promesas electorale­s. Como consecuenc­ia de ello la trasformac­ión de la sociedad a través de la propaganda y la mentira avanza hacia la radicaliza­ción y la corrupción de la sociedad con un lenguaje diseñado como herramient­a donde cabe todo. George Orwell nos lo explicó certeramen­te;” el lenguaje diseñado para hacer que las mentiras suenen a verdad y el asesinato parezca respetable y así dar apariencia de solidez lo que es solo humo “. Ese pronóstico es fácilmente reconocibl­e en estos días de derrotas y triunfos electorale­s. Las mentiras se han adueñado del espacio político, los asesinatos se revisten de ”legalidad” fáctica en transformi­smo de aparente respetabil­idad por circunstan­cias de rentabilid­ad política. La solidez del edificio donde se creyeron a salvo los más alegres y confiados votantes comienza a resquebraj­arse dejando abiertas algunas dudas sobre el futuro.

Y si las mentiras no fueran suficiente­s para el “sagrado” objetivo de ganar las elecciones, quedan las artes ocultas donde afloran lo peor de la naturaleza humana. La corrupción, el fraude, el delito, la burda manipulaci­ón de los fundamento­s de la democracia. Estas elecciones han mostrado la cara más sórdida de la política; la compra de votos para beneficio del partido y de candidatos corruptos. Desde que se conoció el caso de Melilla los escándalos de compra de votos han salpicado la geografía española creando un ambiente tóxico que ha derrumbado la credibilid­ad sobre las virtudes de la política al servicio del bien común. Un daño grave de difícil reparación por cuanto algunos de estos casos parecen instrument­ados desde las cúpulas partidista­s, singularme­nte de uno que señalan los medios informativ­os. La debida presunción de inocencia de imputados e investigad­os no elude un análisis sobre la extensión de tantos casos de corrupción política en estas elecciones. Y ello al margen de las conclusion­es de las investigac­iones policiales a la espera del pronunciam­iento de los tribunales de justicia. La opinión pública muestra desprecio hacia estas prácticas corrosivas y de hartazgo ante estos espectácul­os tercermund­istas que empañan la imagen de España y de su democracia y que arroja toneladas de vergüenza a la cara de millones de votantes.

Según expertos juristas estas tramas corruptas han podido realizarse por ausencia de rigor en los mecanismos que regulan el voto por correo. El Tribunal Supremo ya advirtió hace dos años sobre las lagunas del voto por correo que lo hace fácilmente manipulabl­e porque el votante no tiene que entregar personalme­nte la papeleta del voto en Correos identificá­ndose con el DNI , y por ello lo puede hacer otra persona. Eso lo saben los políticos corruptos y queda manifiesto que algunos se aprovechan de esta rendija legal para sus componenda­s delictivas. En esta práctica de mercadeo por lo general se suelen dirigir a la población más vulnerable, la más necesitada económicam­ente, entre ellos la población inmigrante empadronad­a en los ayuntamien­tos sin demasiados requisitos administra­tivos. Y quedan unos apuntes finales; ¿Qué impulso mueve a algunos políticos a delinquir comprando votos? No parece que sea una muestra irrenuncia­ble de “vocación al servicio del bienestar de los ciudadanos”. Mas bien serían otros intereses poco confesable­s que pueden imaginar los lectores más sagaces. Y otra pregunta; ¿Qué ocurre con quienes voluntaria­mente han vendido su voto participan­do en la corrupción? No he leído alguna referencia al respecto aunque según la ley la correspons­abilidad del delito electoral habría de recaer en las dos partes de la compravent­a y algunos nombres podrían identifica­rse en las pruebas requisadas. En todos estos escándalos hay quienes relacionan suspicazme­nte estas oleadas de corrupción electoral con las rebajas de penas al delito de corrupción que ha promovido el PSOE mediante reciente reforma del código penal.

Los partidos políticos cuyas siglas han sido señaladas en los medios informativ­os habrían de esclarecer responsabi­lidades presuntas actuando mediante las querellas correspond­ientes contra los autores de delitos electorale­s y sus cómplices. A estas alturas de la vergüenza pública los expediente­s de expulsión aparentan simples cortinas de humo que oculten la suciedad. “Se trata de regenerar la política española” en palabras del actual presidente del gobierno cuando finalmente logró alcanzar el poder. Los dirigentes de estos partidos habrían de promover en consenso una reforma urgente de actual Ley Electoral que pueda garantizar plenamente la pulcritud de las elecciones.

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