Diario de Almeria

¿Y AHORA QUÉ?

- ▼ IGNACIO ORTEGA Escritor ignacio.ortegac@gmail.com

ME estremece esta condición de oposición eterna que los socialista­s almeriense­s se han labrado en la ciudad. No me preocupa, estoy acostumbra­do, pero me amarga esa condición. Aunque tampoco me deberían extrañar los resultados de un partido que se ha mantenido los últimos años más en los silencios que en las palabras; más en la falta de pregnancia social que en la vitalidad. Muchos sabíamos -antes de que se oyeran los truenos del desencanto- en medio del bochorno asfixiante de años tirados por la borda, que en el PSOE existía un alto grado de humedad propicia para la tormenta, que no tiene nada que ver con la hecatombe nacional, ni con el independen­tismo,

ni con los pederastas, okupas o terrorista­s; ni con el “sí es sí”. Los resultados de la capital es el producto de una travesía de muchos errores que empieza perdiendo su identidad, su rumbo, su norte en los barrios de la ciudad, que eran el pasto donde miles de almeriense­s llenaron sus sueños tras largos años de sueños imposibles. Esto tiene que ver con un PSOE que lleva años sin capacidad para seducir porque, parafrasea­ndo al recordado Antonio Gala, en esta rosa ya no caben todas las primaveras.

¿Y ahora, qué? ¿Qué PSOE nos queda ya? ¿El de un gran partido que se fagocita a sí mismo; el de los apaños de votos que garantizan la continuida­d de los que nos han llevado al desastre; el que condena al ostracismo a quienes hicieron del PSOE un cambio social; el del lenguaje que apela a la exclusión y la confrontac­ión interna? Ese PSOE huele cada vez peor, a úlcera vieja, mal vendada.

Hay gente sensata que en otros tiempos votaron al PSOE y confiesan que, en los últimos años, la representa­ción del PSOE de la capital le venía inspirando serias dudas porque, aunque son buena gente, representa­n una rebeldía “light”, sin los valores tradiciona­les del PSOE que salva y protege; aquel que trabajaba con la ideología del corazón, pero que hoy esta ahí, condenado a la soledad de la oposición por la obscena ambición de unos líderes que lo llevaron a la deriva mientras ellos se salvaban. Y no estaría de más -me decían- escuchar las voces de quienes no piensan ni sienten como ellos, pero conocen a pie de calle la identidad de esta ciudad. Hay líderes que son un lastre para el PSOE de la capital, en particular y, denostados para el PSOE, en general. Por eso, antes de que la gangrena llegue al corazón, antes de que esta agonía emita mensajes de socorro, ahora, con calma, debe volver a los valores de siempre, que la democracia interna le salve y proteja porque de lo contrario sería miserable, más que triste, que a quienes enarbolan todavía la bandera de la ilusión se les diga desde la tribuna de oradores, una vez más, aquello de “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir...”, porque ese exabrupto dice más del futuro político de quien propicia perpetuars­e que de quien busca el amparo de muchos.

Hay líderes que son un lastre para el PSOE de la capital, en particular y, denostados para el PSOE, en general

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