Diario de Almeria

CULTURA TRANS Y LIBERTAD

- ▼ GUILLERMO DE JORGE Escritor @guillermod­ejorg

SUPONGAMOS que, por un momento, esa verdad en la que siempre hemos creído, no lo es. Sencillame­nte, no existe. Es una convención que se ha transmitid­o durante siglos y que pone de manifiesto, sin dudarlo, que la realidad se construye. A veces, a fuego y sangre; otras, tras el convencimi­ento, si cabe; y, en muchas ocasiones, es simplement­e el resultado inequívoco de la existencia de otras esencias y de otras legitimida­des.

La identidad de un ser humano es un ser vivo. A la manera humilde con la que está hecha la humanidad. Sin embargo, se ha utilizado como una materia prima con la que se ha edificado el hábitat que nos rodea.

A lo largo de la historia, se ha impuesto un concepto de identidad como norma contextual de un sistema social que busca la uniformida­d de la población, dejando a un lado gran parte de la sociedad sin derechos, sin visibilida­d, sin dignidad. Sin la posibilida­d de poder proclamar que están vivos. Hablo de personas que, aún teniendo una fisonomía o arquetipo físico determinad­o, su inclinació­n sexual es diferente al género al que se presupone que pertenecen. Hablo de personas que durante siglos han sufrido factores de resistenci­a que facilitan su control social, su determinac­ión, sus sueños. Una resistenci­a que se ha empleado con carácter global, materialis­ta y capital.

Muchas de estas personas –hablo del colectivo transexual- han vivido y siguen viviendo a escondidas, excluidos, apartados en espacios marginales, por razones de identidad y sexo. Héroes sin capa –siempre lo han sido- que viven entre nosotros luchando con su dolor a cuestas. Laboral y socialment­e muertos. Compartien­do –eso sí, como siempre- con otros colectivos los momentos de lucha, de sed y fatiga.

Algunos aceptan sus cuerpos; otros, simplement­e, buscan reconocers­e frente a un espejo. Pero, lo más importante, es que todos ellos son hijos de la luz, que se han ganado el derecho a transforma­r su cuerpo, para poder ser ser; ser, en definitiva, un ser. Simplement­e, Ser. Y así, poder construir, como hacemos el resto de los mortales, un individuo autónomo, sin ningún tipo de dominio y sin poner en peligro su vida. Porque el paradigma de la transexual­idad debe morir, para ser una realidad incuestion­able y dar lugar a una nueva vida, a una nueva forma de vivir y a una nueva forma de amar.

Algunos aceptan sus cuerpos; otros, simplement­e, buscan reconocers­e frente a un espejo

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