Una tradición se desvanece
La Semana Santa en la comarca del Medio Andarax corre peligro con el paso del tiempo Es hora de poner en valor costumbres arraigadas
Amedida que pasan los años caigo más en la cuenta de la importancia que tiene para la Semana Santa poner en valor el origen de la tradición. Parece que cuando hablamos de esta festividad sólo existen las procesiones de Semana Santa de las grandes ciudades en las que estos días se convierten en un hervidero de turistas que buscan más el espectáculo que lo que realmente representa esta celebración. Bajo mi parecer, deberíamos apostar por aquellas representaciones más recogidas y auténticas, como las de la comarca del Andarax, frente a las que se llevan a cabo con tanta parafernalia
La Semana Santa ha sufrido una trasformación en la mayoría de las ciudades hacia un espectáculo puramente estético, lo que cada día hace que pierda un poco más su protagonismo de siglos, basándose únicamente en una religiosidad moderna y efímera que en ocasiones no llega más allá del Domingo de Resurrección.
Mientras en algunos lugares esta celebración cada vez va más allá y continúa convirtiéndose en un reclamo turístico en auge, que cada día despierta más y más interés en la gente, en otras zonas como es el caso de la comarca del Medio Andarax hemos sido testigos de un declive preocupante en la participación y el compromiso con estas tradiciones centenarias.
Y es una auténtica pena observar el desinterés que existe por la Semana Santa en la zona, donde a duras penas, tres o cuatro pueblos realizan unas cuantas procesiones a las que asisten cada año “cuatro gatos y medio”.
Las representaciones litúrgicas se están perdiendo, porque nadie es capaz de poner en valor las preciosas y desconocidas tradiciones que albergan en lo más profundo de su arraigo. Los primeros culpables, sin duda, nosotros mismos. Son los propios vecinos los que cada Jueves Santo se desplazan a otras ciudades o incluso a la capital almeriense a disfrutar de las procesiones, dejando nuestras localidades vacías y sin tener en cuenta la riqueza de nuestras propias tradiciones.
Cada año, en municipios como Canjáyar, Padules, Ohanes, Instinción y muchos otros, los apasionados del mundo cofrade abandonamos nuestros pueblos en busca de experiencias en otros lugares, dejando atrás nuestras raíces y nuestras celebraciones locales.
Debemos reconocer que la pérdida de interés en la Semana Santa no es simplemente un cambio cultural que puede resultar inevitable, sino un reflejo de las prioridades y una auténtica desconexión con nuestras raíces. Es hora de cambiar esta tendencia y de redescubrir la belleza y el significado de la Semana Santa en nuestros propios hogares.
Y es que no son pocas las costumbres que existen en los pueblos relacionadas con la Semana Santa, pues no todo son procesiones. Los roscos, el potaje de vigilia, las reuniones de amigos, las visitas a la familia, y los vía crucis a las 5 de la madrugada, son motivos más que suficientes para volver cada año en esta fecha a los pueblos.Es aquí donde está la verdadera esencia de la cuaresma, en los pasos sencillos, las iglesias pequeñas y las fieles creencias de tu abuela y tu tía que no pasan un domingo sin ir a misa, y que llevan celebrando esta época del año desde el mismo Miércoles de Ceniza. Además, somos los propios vecinos de la zona los que tenemos que asumir la responsabilidad de promover y divulgar nuestras tradiciones locales, haciendo de ellas reclamos turísticos que nada tienen que envidiar a las de otras zonas de la provincia almeriense, Andalucía o España.
Es hora de poner en valor nuestras tradiciones, de rescatar lo auténtico y lo de toda la vida, de reavivar el espíritu de la Semana Santa en cada rincón de nuestra comarca. Debemos recordar que la verdadera magia de esta festividad reside en la devoción, el respeto y la comunidad que se crea en torno a ella. No permitamos que nuestras bonitas tradiciones se pierdan en el olvido, sino que trabajemos juntos para mantener viva la llama de nuestra Semana Santa, en cada procesión, en cada pueblo, en cada callejuela, y en cada corazón.