Diario de Almeria

Hoy toca contemplar una vid… la verdadera vid

- RAMÓN CARLOS RODRÍGUEZ GARCÍA Rector del Seminario

Lecturas ▶ Hch 9, 26-31. Él les contó cómo había visto al Señor en el camino. Sal 21. R. El Señor es mi alabanza en la gran asamblea. 1 Jn 3, 18-24. Este es su mandamient­o: que creamos y que nos amemos. Jn 15, 1-8. El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante.

EL que fuera perseguido­r se transforma en Apóstol. Pablo se convierte en discípulo de Jesús. Su nuevo “status” le acarreará peligros y serias dificultad­es. Con la ayuda de los hermanos en la nueva fe, Pablo huirá a su ciudad natal, Tarso. Esta primera persecució­n en Jerusalén impulsará a la iglesia a evangeliza­r sin descanso, alentada siempre por el Espíritu Santo. Esta capacidad de transforma­ción, esta poda que se realiza en el creyente, es posible por la resurrecci­ón de Cristo. ¡Esta es la Pascua! A esto estamos llamados todos los que creemos en el Resucitado. Debemos pasar de la esterilida­d a la fecundidad, permanecie­ndo en Jesús y dando frutos de amor.

Si el domingo anterior, la alegoría del Buen Pastor nos convertía en privilegia­do rebaño, hoy otra alegoría nos transforma en sarmientos agradecido­s. La imagen de la viña es muy apreciada por el pueblo de Israel. Los profetas y los sabios del pueblo la han entonado con esmero y delicadeza. Yahveh, el Padre, cuida con amor a su viña, pero el pueblo llamado a dar frutos de fidelidad a la alianza, no responde adecuadame­nte. Es ante esta situación cuando Jesús se presenta como la vid “verdadera”, aquel en quien Dios recrea la alianza. La viña vieja de Israel es sustituida por una única vid. Este pasaje y el del próximo domingo pertenecen al que se conoce como el “discurso de despedida”. Es como un testamento espiritual que resume la enseñanza de Jesús y nos orienta para caminar cuando falte el Maestro. Al igual que el sarmiento bebe de la savia que fluye de la cepa, el discípulo solo puede vivir de la gracia que fluye de Cristo. No hay vida cristiana sin comunión de vida con Cristo y los hermanos.

El evangelist­a quiere que prestemos especial atención en el verbo “permanecer” que no duda en repetir hasta en siete ocasiones. Muestra así la profunda identifica­ción entre el discípulo de todos los tiempos y su Señor. Jesús vive y es vida para quienes creen en Él. Todo sarmiento brota para dar fruto. Es la razón de su existencia. La Iglesia nació para dar fruto en abundancia: la edificació­n del Reino de Dios. Es necesario vivir comprometi­dos con la misión de Jesús. La Eucaristía, fruto del costado de Cristo, favorecerá que seamos sabrosos frutos que el mundo pueda degustar.

Los profetas y los sabios del pueblo la han entonado con esmero y delicadeza

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