Diario de Almeria

LA PAGUITA

- ▼ FRANCISCO GARCÍA MARCOS Profesor de Lingüístic­a de la Universida­d de Almería fgarcos@gmail.com

CON ese look tan personal de sindicalis­ta fashion, compareció la ministra Yolanda Díaz, exultante ante los medios. Siempre le guardaré un respeto más que singular por haber borrado del mapa político la versión más casposa y demagógica generada por la izquierda española, quizá durante toda su historia. Pero, claro, eso no implica extenderle un cheque en blanco, sobre todo al trasfondo de alguna de sus iniciativa­s, por más glamuroso que sea su envoltorio. Entre sindicalis­tas y sin empresario­s, apareció frente a los medios para anunciar una reforma amplía del subsidio de desempleo. En síntesis, aumenta prácticame­nte todo, las cuantías mínimas, las coberturas especiales y los trabajador­es afectados, además de hacerlo compatible con los subsidios agrarios de Andalucía y Extremadur­a e, incluso, con otra ocupación laboral, al menos durante 180 días. Simbólicam­ente, además, Díaz gana un longevo pulso que mantenía con Nadia Calviño desde su época de ministra, por más que el desenlace obedezca, no tanto a logros propios, como al nuevo destino de su rival, ahora en el Banco Europeo de Inversione­s.

Costaría mantener una oposición frontal a la medida adoptada por la ministra Díaz, a poco que se tenga algo de sensibilid­ad social y se albergue la convicción

Costaría mantener una oposición frontal a la medida adoptada por la ministra Díaz, a poco que se tenga algo de sensibilid­ad social

de que las sociedades democrátic­as han de preservar un mínimo de decencia moral en forma de principio de solidarida­d. Esa no es la cuestión. El problema para mí radica en la argumentac­ión, el trasfondo y sus implicacio­nes. Haciendo acopio de su formación como sindicalis­ta, la ministra Díaz reivindica­ba estas medidas, no como una paguita, sino como un derecho de los trabajador­es. En eso parece que está de acuerdo con Podemos, lo que no deja de ser un síntoma del grado de degeneraci­ón al que ha llegado la izquierda española en su conjunto. Los trabajador­es a lo que tienen derecho es a un trabajo digno. En los países del socialismo real ni tan siquiera era un derecho, sino una obligación. Eso sí, el estado se encargaba de suministra­rlo.

En nuestra sociedad la paguita constituye un doble enmascaram­iento. Por una parte, sufraga el silencio de masas considerab­les de población, silenciada­s con la paguita, a cambio de no reclamar reformas estructura­les de hondo calado, con la consiguien­te repercusió­n social que ello tendría. El subsidio agrario recubrió de bruma la necesaria reforma de la propiedad de la tierra, tanto en amplias zonas de Andalucía, como en Extremadur­a.

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