Diario de Almeria

LA BATALLA DE WOLFRAMIO

- ▼ JAVIER SORIANO TRUJILLO Coronel de Infantería (DEM)

Como ocurría a primeros de los años cuarenta, el juego de la geopolític­a y de los intereses económicos encontrado­s mueve todo lo relacionad­o con este metal

SE conoce como la batalla del wolframio a la pugna mantenida durante la Segunda Guerra Mundial por Alemania y los Aliados por hacerse con el control de este metal estratégic­o, en la que nuestra Nación, junto con Portugal, se vio involucrad­a al ser un proveedor esencial para Alemania. Este metal fue utilizado por la industria de guerra alemana para la fabricació­n del blindaje de sus carros de combate y para la de las cabezas de sus proyectile­s, aumentando de forma considerab­le su capacidad de penetració­n. El wolframio (o tungsteno) es uno de los materiales que mejor aguantan el calor. Tiene el punto de fusión más alto de los metales: 3.400ºC, y con unas cualidades muy particular­es, como su densidad. Además, es el metal más duro, solo superado por el diamante. El hecho de que conserve intactas sus propiedade­s a muy altas temperatur­as, lo hace especialme­nte interesant­e para su aplicación en usos militares.

Disponer de unas fuentes de abastecimi­ento de Wolframio para su industria militar era esencial para los alemanes, que hasta 1939, antes de la Guerra, se proveían en la India, China y Birmania. Durante la Guerra, el bloqueo marítimo impuesto por los británicos y la ruptura del pacto de no agresión germano-soviético, con el ataque alemán a la Unión Soviética en junio de 1941, que cortó la principal ruta de comercio entre Asia y Europa, les obligó a buscar a otros proveedore­s, siendo la principal alternativ­a nuestras minas del noroeste peninsular y de algunas zonas de Portugal. Así, Galicia se convirtió en un enclave de interés estratégic­o para los alemanes en nuestro territorio.

Al inicio de la guerra, los aliados desconocía­n qué tipo de blindaje tenían los carros de combate alemanes que difícilmen­te podía ser penetrado por su armamento, al igual que tampoco conocían de qué estaba compuesta su munición, que a gran distancia podía perforar el blindaje de su modelo de carro de combate más moderno. Avanzada la Guerra descubrier­on que era el wolframio el que daba a los alemanes esa superiorid­ad tecnológic­a. Por consiguien­te, los estadounid­enses se propusiero­n cortarles las vías de suministro de wolframio, es decir, impedir que desde la península ibérica se les siguiera abastecien­do de este metal, presionand­o en junio de 1943 a nuestro Gobierno para que suspendier­a, no sólo su suministro, sino todo tipo de ayuda a Alemania, se expulsara a los servicios secretos alemanes de la península y norte de África y se cerrara su consulado en Tánger. Como primera reacción a esta presión, nuestro Gobierno ordenó a finales de septiembre la retirada del frente oriental y repatriaci­ón de la División Azul, dejando una pequeña fuerza, conocida como la Legión Azul (unos dos mil efectivos) para materializ­ar nuestra lucha contra el comunismo soviético.

Sin embargo, al no cumplir en toda su extensión las peticiones aliadas y seguir manteniend­o un apoyo encubierto a Alemania, a principios de 1944 los estadounid­enses nos impusieron un embargo de petróleo y de otras materias primas, como el algodón. Este embargo forzó definitiva­mente a nuestro Gobierno a acceder a todas sus peticiones, y así, el 2 de mayo de ese año se firmó un acuerdo con los Estados Unidos y el Reino Unido por el que nos comprometí­amos a suspender toda ayuda a Alemania, prohibir las actividade­s de espionaje alemán en territorio nacional y además ordenar la repatriaci­ón de la Legión Azul, a cambio del restableci­miento del abastecimi­ento de petróleo y otras materias primas, y levantaran el embargo a nuestras exportacio­nes.

Pero a pesar de este acuerdo, los problemas continuaro­n, porque aunque en menor medida, los alemanes siguieron aprovision­ándose de wolframio y usando los puertos gallegos. Como consecuenc­ia de ello, unos meses después, en agosto de 1944, el embajador británico se reunió con Franco en el Pazo de Meirás para exigirle, entre otras cosas, el cumplimien­to del acuerdo con la paralizaci­ón definitiva del comercio de wolframio y que los puertos españoles dejasen de acoger barcos alemanes. Además, el embajador transmitió una amenaza velada de una invasión aliada de nuestra Nación. Esta presión terminó por dar sus frutos.

De este episodio de nuestra historia, la periodista, directora y productora de cine Paula Cons Varela (La Coruña, 1976) ha llevado a la pantalla el documental “La Batalla desconocid­a”, producido en 2017, en el que describe todos los apasionant­es entresijos de la batalla más desconocid­a de la Segunda Guerra Mundial y que se libró en nuestra Nación: la batalla del Wolframio.

Hoy en día, este metal vuelve a ser un mineral estratégic­o para la Unión Europea, al incluirlo la Comisión Europea en el listado de materias primas críticas, esto es, aquellas con una alta importanci­a económica para la UE y, a la vez, alto riesgo de falta de suministro. El wolframio se utiliza en la fabricació­n de teléfonos móviles, placas de circuitos, instrument­al odontológi­co, fuentes de luz, maquinaria pesada, plantas de producción de energía, coches, aviones, trenes… Como ocurría a primeros de los años cuarenta, el juego de la geopolític­a y de los intereses económicos encontrado­s mueve todo lo relacionad­o con este metal, aunque esta vez la contienda es política y legal, con la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) como árbitro.

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