LA BATALLA DE WOLFRAMIO
Como ocurría a primeros de los años cuarenta, el juego de la geopolítica y de los intereses económicos encontrados mueve todo lo relacionado con este metal
SE conoce como la batalla del wolframio a la pugna mantenida durante la Segunda Guerra Mundial por Alemania y los Aliados por hacerse con el control de este metal estratégico, en la que nuestra Nación, junto con Portugal, se vio involucrada al ser un proveedor esencial para Alemania. Este metal fue utilizado por la industria de guerra alemana para la fabricación del blindaje de sus carros de combate y para la de las cabezas de sus proyectiles, aumentando de forma considerable su capacidad de penetración. El wolframio (o tungsteno) es uno de los materiales que mejor aguantan el calor. Tiene el punto de fusión más alto de los metales: 3.400ºC, y con unas cualidades muy particulares, como su densidad. Además, es el metal más duro, solo superado por el diamante. El hecho de que conserve intactas sus propiedades a muy altas temperaturas, lo hace especialmente interesante para su aplicación en usos militares.
Disponer de unas fuentes de abastecimiento de Wolframio para su industria militar era esencial para los alemanes, que hasta 1939, antes de la Guerra, se proveían en la India, China y Birmania. Durante la Guerra, el bloqueo marítimo impuesto por los británicos y la ruptura del pacto de no agresión germano-soviético, con el ataque alemán a la Unión Soviética en junio de 1941, que cortó la principal ruta de comercio entre Asia y Europa, les obligó a buscar a otros proveedores, siendo la principal alternativa nuestras minas del noroeste peninsular y de algunas zonas de Portugal. Así, Galicia se convirtió en un enclave de interés estratégico para los alemanes en nuestro territorio.
Al inicio de la guerra, los aliados desconocían qué tipo de blindaje tenían los carros de combate alemanes que difícilmente podía ser penetrado por su armamento, al igual que tampoco conocían de qué estaba compuesta su munición, que a gran distancia podía perforar el blindaje de su modelo de carro de combate más moderno. Avanzada la Guerra descubrieron que era el wolframio el que daba a los alemanes esa superioridad tecnológica. Por consiguiente, los estadounidenses se propusieron cortarles las vías de suministro de wolframio, es decir, impedir que desde la península ibérica se les siguiera abasteciendo de este metal, presionando en junio de 1943 a nuestro Gobierno para que suspendiera, no sólo su suministro, sino todo tipo de ayuda a Alemania, se expulsara a los servicios secretos alemanes de la península y norte de África y se cerrara su consulado en Tánger. Como primera reacción a esta presión, nuestro Gobierno ordenó a finales de septiembre la retirada del frente oriental y repatriación de la División Azul, dejando una pequeña fuerza, conocida como la Legión Azul (unos dos mil efectivos) para materializar nuestra lucha contra el comunismo soviético.
Sin embargo, al no cumplir en toda su extensión las peticiones aliadas y seguir manteniendo un apoyo encubierto a Alemania, a principios de 1944 los estadounidenses nos impusieron un embargo de petróleo y de otras materias primas, como el algodón. Este embargo forzó definitivamente a nuestro Gobierno a acceder a todas sus peticiones, y así, el 2 de mayo de ese año se firmó un acuerdo con los Estados Unidos y el Reino Unido por el que nos comprometíamos a suspender toda ayuda a Alemania, prohibir las actividades de espionaje alemán en territorio nacional y además ordenar la repatriación de la Legión Azul, a cambio del restablecimiento del abastecimiento de petróleo y otras materias primas, y levantaran el embargo a nuestras exportaciones.
Pero a pesar de este acuerdo, los problemas continuaron, porque aunque en menor medida, los alemanes siguieron aprovisionándose de wolframio y usando los puertos gallegos. Como consecuencia de ello, unos meses después, en agosto de 1944, el embajador británico se reunió con Franco en el Pazo de Meirás para exigirle, entre otras cosas, el cumplimiento del acuerdo con la paralización definitiva del comercio de wolframio y que los puertos españoles dejasen de acoger barcos alemanes. Además, el embajador transmitió una amenaza velada de una invasión aliada de nuestra Nación. Esta presión terminó por dar sus frutos.
De este episodio de nuestra historia, la periodista, directora y productora de cine Paula Cons Varela (La Coruña, 1976) ha llevado a la pantalla el documental “La Batalla desconocida”, producido en 2017, en el que describe todos los apasionantes entresijos de la batalla más desconocida de la Segunda Guerra Mundial y que se libró en nuestra Nación: la batalla del Wolframio.
Hoy en día, este metal vuelve a ser un mineral estratégico para la Unión Europea, al incluirlo la Comisión Europea en el listado de materias primas críticas, esto es, aquellas con una alta importancia económica para la UE y, a la vez, alto riesgo de falta de suministro. El wolframio se utiliza en la fabricación de teléfonos móviles, placas de circuitos, instrumental odontológico, fuentes de luz, maquinaria pesada, plantas de producción de energía, coches, aviones, trenes… Como ocurría a primeros de los años cuarenta, el juego de la geopolítica y de los intereses económicos encontrados mueve todo lo relacionado con este metal, aunque esta vez la contienda es política y legal, con la Organización Mundial del Comercio (OMC) como árbitro.