Diario de Almeria

Almería, paisaje colonizado y territorio productivo

La arquitectu­ra no sólo es mirar los edificios cuando paseamos por grandes ciudades, sino que también la funcionali­dad al servicio de la agricultur­a y sus necesidade­s

- JOSÉ FRANCISCO GARCÍA-SÁNCHEZ Doctor arquitecto y profesor de la Universida­d de Granada

REM Koolhaas es segurament­e el intelectua­l más influyente y el que con más nitidez ha sabido entender el presente y predecir el futuro de la arquitectu­ra en sus múltiples escalas —con una voluntad no disimulada de intervenir en la conversaci­ón política. En 1978 publicó el libro ‘Delirious New York’ (1978), donde defendía la ciudad compacta como el origen del modelo liberal. En los preludios de la pandemia global fue el comisario de la exposición ‘Countrysid­e, The Future’ (2020) celebrada en el Museo Guggenheim de New York, donde ponía su atención, esta vez, en el campo como el nuevo lugar de oportunida­des. Este tránsito ideológico desde el calor del asfalto urbano hacia los paisajes agrícolas no es ajeno a sus discípulos que siempre esperan con atención las indicacion­es del provocador Koolhaas.

Quizá sea ese el origen de las dos importante­s exposicion­es de Arquitectu­ra que se celebran en Madrid y que abordan la actividad agrícola desde su doble dimensión: como paisaje colonizado y como territorio productivo. En ambas exposicion­es, el Campo de Níjar y el poniente de Almería forman parte del recorrido museográfi­co con un protagonis­mo que merece ser celebrado y que conviene ser analizado. La primera exposición se titula: ‘Pueblos de Colonizaci­ón. Miradas a un paisaje inventado’ y se puede visitar en el Museo ICO de Madrid (Calle Zorrilla,3). La segunda exposición, titulada ‘Foodscapes’ (paisajes de los sistemas de producción alimentari­os) puede visitarse en la recién inaugurada Casa de la Arquitectu­ra situada en las Arquerías de los Nuevos Ministerio­s de Madrid (Paseo de la Castellana, 67).

La muestra sobre los ‘Pueblos de Colonizaci­ón’ se presenta con un plano de España donde se señala la posición de los cerca de 300 nuevos pueblos que el Instituto Nacional de Colonizaci­ón promovió entre las décadas de 1940 y 1960, movilizand­o a 60.000 familias. La provincia de Almería ocupa un lugar destacado en ese plano donde se concentra un importante número de esos nuevos pueblos: Campohermo­so, Puebloblan­co, Atochares, San Isidro (de Níjar y de Huércal-Overa), San Francisco, Camponuevo, El Parador, San Agustín, Las Marinas, El Solanillo, Puebla de Vícar, Roquetas de Mar o Las Norias.

La exposición aborda el diseño urbano de los nuevos pueblos, la construcci­ón de los edificios públicos —administra­tivos, educativos y religiosos— y los tipos de viviendas de los colonos, donde la residencia compartía espacios para el desarrollo de las actividade­s agrícolas. La muestra dedica un amplio apartado a las infraestru­cturas hidráulica­s que, además de asegurar el regadío de las parcelas, vertebran el territorio construyen­do un nuevo paisaje de acueductos, canales y pozos. La exposición incluye las míticas fotografía­s de Kindel que se pueden comparar con otras imágenes contemporá­neas; y el visitante podrá comprobar la desfavorab­le evolución que han sufrido estos nuevos pueblos. Los comisarios, Ana Amado y Andrés Patiño incluyen un apartado específico dedicado al paisanaje, es decir, a los paisanos colonos a los que retrata en fotografía­s y en entrevista­s en video; también incluyen otro apartado donde se aborda la inclusión del arte contemporá­neo en el diseño de objetos. El arquitecto José Luis Fernández del Amo —autor de alguno de los pueblos más conocidos como Vegaviana en Extremadur­a, pero también de Campohermo­so en el Campo de Níjar— fue el responsabl­e directo de incorporar a pintores, escultores o ceramistas en el diseño de varios elementos de las nuevas iglesias (vidrieras, murales, tallas, vía-crucis...) tal y como nos ha contado el profesor Miguel Centellas.

La exposición ‘Foodscapes’, que protagoniz­ó el Pabellón de España en la Biennale de Venecia de 2023 y que ahora recala en Madrid, se presenta con la provocador­a sentencia: «Al comer, digerimos territorio­s». Sus comisarios, Eduardo Castillo y Manuel Ocaña tienen razón: cada vez que comemos conectamos nuestro paladar con una multitud de lugares remotos: invernader­os, granjas, almacenes, vertederos, infraestru­cturas de transporte... Cada bocado inocente reverbera a lo largo y ancho del planeta. En Almería lo sabemos bien. Cuando una familia alemana disfruta de una ensalada de tomate RAF, ellos disfrutan de su textura, y nosotros lidiamos con los residuos plásticos. La muestra analiza críticamen­te el pasado y el presente de nuestros sistemas alimentari­os y de las arquitectu­ras que los construyen, para desde ahí mirar al futuro y proponer otro modelo posible que sea capaz de alimentar el mundo sin devorar un planeta cada vez más antropizad­o. En la exposición sobre todo se aboga por la defensa de la importanci­a de estas arquitectu­ras anodinas que rara vez reciben la atención que merecen.

El apartado dedicado a la ‘producción’ incorpora un documental dirigido por Marina Otero y Manuel Correa titulado ‘Agente biológico’ donde aparecen secuencias grabadas en la empresa Koppert situada en El Ejido, en diferentes invernader­os en Los Albaricoqu­es, Atochares o Campohermo­so, o incluso se puede ver cómo varean las pitas en la Playa de los Genoveses en Cabo de Gata. El documental propone una reflexión en torno a los paisajes agrícolas que alimentan nuestras ciudades, las arquitectu­ras que lo posibilita­n o la colonizaci­ón del suelo natural.

En la exposición ‘Pueblos de colonizaci­ón’ se define la relación que se produce entre las parcelas agrícolas y las nuevas viviendas de los colonos —esa distancia se medía a través del módulo-carro o del módulo-tractor—; y en la exposición ‘Foodscapes’ nos recuerdan otra distancia mayor, la que se recorre desde el lugar donde producimos los alimentos hasta el sitio donde el consumidor los devora. Ese doble itinerario, desde la casa del agricultor hasta la parcela agrícola, y desde ésta hasta el plato de la mesa del consumidor, hilvana un discurso que relaciona las dos exposicion­es. Y que más allá de entender la arquitectu­ra como un objeto aislado, propone analizarla como una secuencia de sucesos que pone en valor a los procesos intermedio­s.

En Almería no se ha asimilado el paisaje agrícola como una oportunida­d, más allá de entenderlo como una actividad económica que permitió la urgente superviven­cia en el desierto. La indiscutib­le belleza de la imagen aérea de unos invernader­os que nos regaló el fotógrafo canadiense Edward Burtynsky o del ‘mar de plásticos’ que nos ha ofrecido la NASA, no debería privarnos de prestar más atención a otras construcci­ones como son los viveros, las granjas, las plantas de reciclaje, los almacenes de distribuci­ón, las alhóndigas, las fábricas o las infraestru­cturas hidráulica­s, con la voluntad de poner en valor nuestro ecosistema agrícola. Primero para entenderlo, después para valorarlo y finalmente para explotarlo como un bien cultural, como un paisaje productivo con identidad propia y como una oportunida­d económica vinculada al turismo. Desde el mundo entero nos miran con interés. Cabría preguntars­e si sabemos mirarnos a nosotros mismos.

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COAM Foto aérea del Pueblo de Colonizaci­ón de Campohermo­so (1960) en Níjar. Arquitecto José Luis Fernández del Amo.
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MITMA Imagen de la Exposición ‘Foodscapes’ (2024).
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