Los yayos dan el golpe
(La soledad del corredor de fondo), al siempre estupendo Jim Broadbent (lo acabamos de ver en El sentido de un final), al intimidante Ray Winstone (Sexy beast) y al no menos corredor de fondo Michael Gambon, al que conocen ya hasta los adolescentes tras sus apariciones en la serie de Harry Potter.
Juntos planean el golpe, gruñen, bromean a costa de los achaques de la edad y, cómo no, se traicionan entre pintas de cerveza en este filme de desenlace conocido que sólo tiene interés cuando los vemos a todos reunidos lanzándose sus pequeñas puyas y haciendo parejitas dentro del grupo.
Lo demás no pasa de la rutina aseada y poco excitante del asalto y el robo o de la no menos aburrida espera a que los innumerables cabos sueltos hagan que la policía dé con ellos en pleno reparto del botín. Muy poquita cosa servida con escaso brío por el impersonal James Marsh (La teoría del todo, Un océano entre nosotros )yalaque un yayo-doblaje infame termina de aplanar aún más los matices interpretativos y el aroma british como únicos matices y reclamos.