Diario de Cadiz

“Me ha cambiado la enfermedad de mi hijo”

- Ana S. Ameneiro

–Dice en el libro sobre su hijo Gustavo, con 22 años y con distrofia muscular, que es su maestro, ¿por qué?

–Porque afronta su enfermedad con una entereza y una fortaleza interior fuera de lo común. Es todo un ejemplo no sólo para mí, sino para todo el mundo que lo conoce, porque no es resignació­n, sino aceptación de lo que le pasa, y prefiere fijarse más en lo positivo que en lo negativo.

–A partir de los tres o cuatro años comenzó a manifestar­se la enfermedad.

–Sí, empezó a caminar de puntillas hasta que ya no pudo caminar. Tuvo que ser operado del talón de Aquiles y sólo se ponía de pie con una ortesis, una especie de botas de plástico articulabl­es que le hacían caminar como un robot. Terrible. Hay chicos que llegan a caminar con ellas hasta los 16 años. Mi hijo, no; a los 11 años estaba en una silla de ruedas, primero manual y luego eléctrica cuando ya no podía mover bien los brazos.

–¿Cómo le ha cambiado esta experienci­a?

–Siempre he tenido empatía por el sufrimient­o humano, pero la vida te cambia. A mí, por completo. Cuando tu hijo tiene una enfermedad rara e incurable revolucion­a tu vida, tu interior, tu fortaleza, tus creencias, tu economía...todo. Sobre todo me ha cambiado en valorar la esencia de la vida, las pequeñas y grandes cosas que hacen que la vida valga la pena. Como dice mi hijo, el amor, que nos quieran, tener buenas relaciones familiares y de amistad, estar a gusto con uno mismo, ser coherente...Eso es lo que importa.

–¿Y el carácter?

–Tengo más calma, más paz. Me ha hecho profundiza­r más en todos los ámbitos. Necesitas comprender por qué tanto dolor de alguien que amas tanto.

–Pasó por muchas etapas hasta aceptar lo que le sucedía a su hijo.

–Sí, pasaron muchos años. Atraviesas por muchas etapas, la primera la negación. Buscas respuestas, meditación, psicología, psiquiatrí­a...todo, hasta aceptar lo que nos ha tocado: ¿cómo lo gestiono? ¿cómo soy la mejor madre? Porque todos queremos una vida lo más normal posible y los hijos quieren fiestas, cumpleaños, salir y entrar...como todos los niños. Y yo tenía un hijo sano y otro enfermo. Mi objetivo era darle la mayor normalidad a sus vidas y eso no fue fácil.

–Cuando acepta la situación, cambia la perspectiv­a.

–Ahí es cuando empecé a conocer

a otras madres, otras historias tan duras o más que la mía. No era tan excepciona­l lo mío. Te das cuenta de que vas en un barco con mucha gente. Y empiezas a manejarlo con otras herramient­as. Te haces cada vez más fuerte. La complicida­d con otras madres de la Asociación de Enfermedad­es Neuromuscu­lares de Madrid. Nos vemos varias veces al año. Son un grupo fundamenta­l porque nos comprendem­os;

han pasado por lo mismo. Ellas también hablan en el libro.

–El libro incluye a expertos.

–Son psicólogos acostumbra­dos a trabajar con problemas importante­s de las familias para los que nadie está preparado, como evitar que el niño utilice su enfermedad con victimismo y se convierta en un tirano. Ése no ha sido el caso de mi hijo, que se hace querer, no se queja, no exige, es comprensiv­o,

cariñoso, tierno.

–¿Cómo lo ha llevado su otro hijo, Diego?

–Es duro para un hermano. No es fácil porque renuncia a muchas cosas, se pierde demasiados momentos que no puede vivir. Lo positivo es que le hace madurar antes de tiempo, ser más responsabl­e, le añade una humanidad, una dimensión más realista del mundo.

La asistencia sexual a las personas con discapacid­ad debería regularse en la sanidad pública”

–Usted apoya la eutanasia.

–Sí. Soy partidaria de que se regule el derecho a morir en paz y tener una buena muerte. Respeto todas las creencias. Que cada uno elija, es algo muy personal e íntimo. Que quien quiera usar ese derecho lo pueda hacer. El momento más crucial de la

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