Buen Hedges, portentosa Roberts
con la tan poderosa como escurridiza Roberts, las más de las veces una hermosa y amable máscara que en ocasiones, si el proyecto se lo permite, se convierte en una potente actriz dramática. Aquí recuperamos a la gran Roberts de El secreto de Mary Relly, Erin Brokovich, La guerra de Charlie Wilson, El secreto de una obsesión –mediocre remake de El secreto de sus ojos, pero en el que Roberts, cuando descubre el cuerpo de su hija en un contenedor, protagoniza una de las más desgarradoras explosiones de dolor que haya visto en muchos años– y Wonder, sus mejores películas.
Julia Roberts lo es casi todo en El regreso de Ben. La interpretación de Lucas Hedges es magnífica, pero funciona como una réplica a su avasalladora fuerza interpretativa. La película, como el núcleo familiar protagonista, depende de ella. Un hijo que regresa en Navidad arrastrando heridas sin cerrar y adicciones sin curar. Una madre que sabe de su dolor y su fragilidad. Un duelo entre ambos. Un duelo con ella misma. Y un duelo con los otros. La difícil situación del personaje enfrenta a Julia Roberts a estas tres luchas.
Estamos en el terreno más peligroso, el del melodrama familiar ambientado en las fechas más sentimentales del año. Pero Hedges triunfa gracias a la férrea flexibilidad de su guión, que parece que deja respirar en libertad a sus personajes, a su sobria e inteligente dirección, a su fabulosa dirección de actores y a los talentos de Roberts y Hedges Jr. Tal vez, quién sabe, porque con cautela e interponiendo filtros, el director hable de un dolor personal. Por eso no necesitaba meterse en los vericuetos últimos. No hacían falta más emociones. Bastan las humanas de la lucha de esta madre por su hijo. Nada es más poderoso que la vida. Y esta película la atrapa.