‘MI CALLE’, QUE ES LA NUESTRA…
de nuevo, el privilegio de participar en este ir y venir por la vivencia personal, el acontecimiento histórico y la ficción literaria, que al recorrer el callejero de Chiclana se ha descubierto, como bien dice Miguel García, más “gozoso”. En el sentido de que en este libro conviven diecinueve relatos que encierran diecinueve escenarios, diecinueve calles, alamedas y plazas de Chiclana, que apelan muy directamente al corazón. “¿Qué ha sido tu calle para ti? Una calle es un rincón del alma donde guardamos con llave algún trocito de nuestra historia, retazos de anécdotas que nos han escrito, que nos amasan, que nos devuelven con el brillo de su mirada lo que hemos sido o lo que hemos querido ser. Una calle es un turbulento río de montaña, como lo son todos los que nacen sobre los escarpados riscos de nuestra infancia, buscando el mar sereno de la edad adulta”, que escribe Jesús Martínez Linares. “La calle es nuestra seña de identidad, de pertenencia; de ahí mostrar cierto énfasis al decir: «Mi calle» –observa José Luis Aragón Panés–. Con ello no solo reivindicamos un espacio, sino un tiempo de nuestra historia más íntima”. Al fin y al cabo, “Mi calle”, nuestras calles, como dice Rosa Moreno, “forman parte de mí”, de cada uno, de nosotros.
Y lo es porque la calle es vida. Y, más aún, convivencia. Sobre todo esa calle de antes, esa calle donde los niños “daban rienda a su creatividad infantil”, como afirma Paco Montiel. Y por eso quizás la mayoría de autores, uno mismo, al hablar de calle, al elegir solo una calle de Chiclana, hemos vuelto a la que nacimos, a la que “vivimos”, a la que amamos todavía. El Cabezo, en mi caso. Y hemos vuelto a ser el niño, la niña, que fuimos mientras la pisábamos a diario.Hoy son, como advierte Enrique Rojas, “distintas las calles, las plazas, los patios, la gente, la vida”, pero es verdad que la emoción permanece. Eso significa también que, dada la heterogeneidad de los autores –también en edad– “en este libro se reconstruye prácticamente la historia de nuestras calles durante toda la segunda mitad del siglo XX”. Aunque, primando la autobiografía, en este itinerario por las calles de Chiclana confluyen además el latido literario de la pura narración, ya sea contemporánea o histórica, que en este último caso atraviesa los siglos XVIII y XIX. Todos esos modo de entender qué significa una calle, nuestras calles, hace que realmente, este libro “nos cambie la percepciónque tenemos de esta Chiclana de hoy”, como proclama Miguel García.
Calles que van de El Lugar a La Banda, en un itinerario que relato a relato “podría recorrerse también libro en mano”, como reta acertadamente el editor. “Comienza en la calle Picón –en Carboneros–y desciende por la avenida de la Diputación hasta el camino de La Soledad, rebautizado como calle La Vid. Y se va adentrando en el centro histórico por Doctor Pedro Vélez para desparramarse por la Alameda Lora, Constitución, La Plaza, Vega y Corredera. Sube entonces por Obispo Rancés hasta Fuente Amarga y, de nuevo, desciende para atravesar la Plaza Mayor y emerger en el Cabezo y Laja. Cruza el río Iro por el Puente Grande al encuentro con Mendizábal. Vuelvehacia Salsipuedes y, deteniéndose en Amatista, asciende por Jardines hasta la Avenida de los Campesinos, en Solagitas.Calle Ancha abajo desemboca en Montes y Rejas Verdes para finalizar en la plaza de El Trovador”.
Un ir y venir que no olvida ni los cambios sociales ni las alteraciones urbanas de la Chiclana de hoy. Pero que habla, en definitiva, de los vecinos que la habitaron, porque las calles son de quienes las pisan, las viven y las aman.