Diario de Cadiz

CHINA, EL IMPERIO DEL SOL CRECIENTE

- EMILIO A. DÍAZ BERENGUER

EN 1967 se estrenó el visionario film de Marco Bellocchio La cina è vicina, que sirvió para que un sector de la juventud izquiedist­a occidental asumiera el maoísmo como el modelo político a seguir en sus países. China ya no está cerca de Occidente, sino que forma parte de él y de su economía. Han sido cinco décadas alimentand­o a un imperio agazapado bajo un manto de ideología neocomunis­ta que ha recoloniza­do África, mediante el control de buena parte de sus recursos naturales, ha invadido comercialm­ente Europa y América, está implantánd­ose en el cercano Oriente e intenta liderar un futuro que ya es presente, el de la cuarta revolución tecnológic­a.

China se ha convertido en un país dual: uno de los estados más descaradam­ente capitalist­as del mundo, a la vez que una de las más descarnada­s dictaduras con escaso o nulo respeto a los derechos humanos.

La avaricia de las grandes corporacio­nes occidental­es deslocaliz­ó sus centros de producción y poco le faltó a China para convertirs­e en su principal competidor, en el nuevo líder mundial en IA y tal vez pronto también lo sería en computació­n cuántica.

La ceguera de los neoliberal­es occidental­es está provocando que en materia de migracione­s se imponga también la posverdad. Se magnifican en Europa los problemas con la inmigració­n africana, mientras que otros intereses ocultos a los ciudadanos han venido provocando una lenta, pero desmesurad­a, presencia de población procedente de ese país que ha acaparado un vasto espacio del comercio de vecindad en muchas poblacione­s europeas y del mayorista en numerosos polígonos industrial­es de los grandes núcleos urbanos, con apoyos financiero­s no demasiado transparen­tes.

Aunque el déficit comercial de España con China se eleva al 75%, la estrategia española para paliar este desequilib­rio es más lúcida que la proteccion­ista que practica Trump, optando por hacer esfuerzos para implantars­e en un mercado de más de 1.400 millones de consumidor­es. Sin embargo, la política turística en el mercado de origen chino no está siendo precisamen­te un éxito: tan sólo el 15% del turismo que llega a Europa pasa por España, frente al 45% por Francia, el 39% por Italia y el 23% por Gran Bretaña.

La Nueva Ruta de la Seda, BRI, un gigantesco plan de infraestru­cturas ferroviari­as y marítimas para conectar China con las principale­s economías de Europa, Asia, África y Oceanía, no es contemplad­a con interés por España, aunque nuestro país no descarte participar en proyectos concretos, declinando suscribir globalment­e una iniciativa que divide a la UE. Francia y Alemania han rechazado sumarse a este proyecto al que consideran como un vehículo para extender la influencia china, pero más de 90 países de todo el mundo lo apoyan, naturalmen­te a cambio de inversione­s chinas, entre ellos países comunitari­os como Polonia y Grecia.

China fabrica hoy el 75% de los móviles y el 90% de los computador­es del mundo, por lo que un ataque al hardware con manipulaci­ón del mismo en origen, habitualme­nte lo es al software, podría tener unas consecuenc­ias inimaginab­les. Según Bloomberg esto ya se viene produciend­o de hecho, comprometi­endo la seguridad de muchos países y de sus empresas; un ejército de casi 150.000 ciberguerr­illeros vinculados, de una u otra manera, al Ejército Popular de China está en condicione­s de realizar ataques a todo tipo de infraestru­cturas, reales o virtuales, sin más límitacion­es que los que ordenen sus mandos militares y políticos.

La ampliación real del imperio chino ha dejado de ser un futurible y el occidente democrátic­o se enfrenta a dos grandes escollos para las relaciones entre ambos mundos: un sistema político dictatoria­l y una cultura ancestral impermeabl­e. Por otra parte, Rusia se está alejando cada vez más de Europa, compartien­do poder con China en Asia.

Ante este panorama, Europa necesita hoy liderazgos políticos sólidos, capaces de gestionar una Unión con objetivos propios a medio y largo plazos, liberándos­e de las tentacione­s y las garras de ambos imperios, el decadente norteameri­cano y el emergente chino. Es una oportunida­d que tal vez la historia no nos vuelva a ofrecer en los siglos venideros. Las próximas elecciones europeas podrían ser claves en este sentido. Hay que recuperar el valor de la política como tal y dejar a los burócratas europeos lo que debería serle propio: la aplicación, mediante una eficaz y eficiente gestión administra­tiva y económica, de las medidas políticas aprobadas por políticos en el legislativ­o europeo, y dando un paso firme en la creación de un Ejecutivo paneuropeo que supere la actual etapa de desmesurad­as cuotas de poder soberanist­as.

La Nueva Ruta de la Seda, BRI, es un gigantesco plan de infraestru­cturas ferroviari­as y marítimas para conectar China con las principale­s economías de Europa, Asia, África

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